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Vox Populi.

‘l Humanité cahussait le vaste enfant pogrès.’
Arthur Rimbaud.

Era la época que se podía intuir como final, los hombres acostumbrados a los vaticinios habían confirmado sus temores por boca de los profetas, que Era tras Era habían vociferado de voz en cuello sus augurios, siendo olvidados por el silencio sepulcral que los siglos guardaban junto con sus vergüenzas. Tal época se consideraba como fatal; había sido el mar donde vertían los ríos de la desgracia, donde los hechos del hombre se lamentaban como lobos, no obstante de que el ser humano había abandonado todo arrepentimiento, y creía que podía sacar más provecho del mundo exprimiéndolo como un tenue limón del cual sólo quedan unas pocas gotas. Así a todo exprimía hasta el alma y las consecuencias eran tan evidentes como la punta de un iceberg del cual solo podemos visualizar una pequeñísima parte, porque lo demás gigantesco y monstruoso todavía no era posible ver, sino a través de los ojos de los videntes, que, gritaban de nuevo en las esquinas las hórridas consecuencias. Todo lo predicho se había convertido en cosas tan notables y cotidianas que las nuevas generaciones se hallaban en nociones de normalidad, perdiendo el sentido del asombro. El mito del calentamiento global era la realidad más álgida; las costas de la mayoría de las tierras bajas del planeta, habían desaparecido. Las devoradoras e impenetrables selvas habían sido reducidas a ciclópeos campos de siembra y titánicos potreros próximos a convertirsen en grandes desiertos donde la nada juega a matar a sus habitantes. Así el agua era tan escasa que trataron de fabricarla o reinventarla al versen desposeídos de ella, el aire contaminado era tan espeso y famélico que había sido el génesis de las nuevas enfermedades.

Esta era la época en que la humanidad moría lentamente, pero también era el tiempo en que todo el mundo vivía, porque la vida era más valiosa aquí, así sobrevivir era el castigo a que todos estaban sometidos. En esta edad de la era humana, en éste momento donde todos creían en el futuro como sinónimo de porvenir, había esperanza aún en las míseras gentes de los corazones enfriados por la ausencia de Dios.

No habían robots. Aunque el hombre hará mucho tiempo que los quiso proporcionar a la utilidad de nuestro tiempo, la posteridad negó su uso, no obstante de que todo era mecánico; el hombre se dio cuenta de que el mejor robot era el mismo hombre, el más perfecto y obediente, unos poderosos huesos alimentados por tendones, carne y cubiertos por elástica piel, impulsaos por un espíritu de vida y un alma de la cual muchos se habían desecho. No habían robots, pero habían esclavos. El hombre retrocedido a otra época de su historia, se devolvió en el tiempo. Sólo existían dos clases de hombres ahora y como antes: los hombres libres y los esclavos. Así se demostró por fin que de todos los inventos que había creado el hombre, el peor de ellos había sido la democracia, que finalmente sirvió para dar más poder a la oligarquía y más miseria a los desposeídos convirtiéndolos en esclavos.
La opulencia resignada moría a grandes sorbos. Intransigente y sagaz la fortuna de muchos desapareció como polvo en corrientes de aguas rápidas. Espasmódico el vientre de la tierra vomitaba su sangre hirviente, torturando a sus parásitos, los hombres. Ya nada se esperaba; así como en el principio, el final era el caos, deshabitado y vacío, invadido por las ufanas tinieblas; la única diferencia era que el Espíritu de Dios no se movía entre las aguas.
Dios, los hombres y los esclavos; los buenos y los malos, los pequeños y los grandes estaban presenciando su existencia, o lo que quedaba de ella. El hombre que intentó superarse decayó pero aún en aquel futuro remoto, en los rincones avasallados por la nada, todavía existían gentes con raíces y orgullo. Todavía existía la lengua ancestral y los ritos; vivían en hermandad inocentes campesinos y los niños aún jugaban en el lodo del verano. La tierra sabía a tierra con el fervor con que el hombre sabe a barro.
De la urdimbre desdichada se levantaban nuevos profetas y nuevas profecías. Cada siglo parió sus inventos al colmo en que recitaba sus sonatas el eco de la moneda en el bolsillo del poder. El arte oscureció de estilos reflejando su época, sin embargo el arte fue lo único que en tal efecto defendió al hombre de su propia sombra. Todos escondidos y todos encontrados, todos huían y todos perseguían. La muerte fue más extrema por no decir grotesca. Morían de frío, de calor, de sed, de hambre, de hostil y física hambre, de esperar y no encontrar .Morían de soledad y de pena.

Un gobernador se levanto de entre las gentes, uno nunca antes visto. Era el gobernador del mundo entero. Ahora el mundo bajo la misma moneda, regido por la misma cancerosa y déspota ley. Tal gobernador se hacía conocer bajo el nombre de Sen. Este gobierno parecía la reencarnación de la dinastía Qin; dividió todas las naciones, reducidas a 253 provincias, construyó muros impenetrables e indestructibles en la pequeña ciudad-estado desde donde gobernaba. Convirtió a todos los seres humanos en súbditos suyos. Su única lucha y oposición era un grupo de subversivos denominados los Treucos, hábiles e ingeniosos terroristas constituidos por viejos milicianos rusos, por esclavos fugitivos y una red gigantesca y organizada de espionaje y armamento, la continuidad de la guerra civil era probable, aunque sólo se tratara de un embrollo de intereses y de traiciones, de atentados y desfalcos, de odio y de muerte. Nadie sabía de la existencia de los Treucos, ni siquiera el gobierno sabía donde ubicarlos así registraran el último rincón del mundo. Un día caminaban allí, otro día por allá, se escondían como ratas insurgentes, pero buscaban como sabuesos a la resistencia. El gobierno Sen en cada una de las provincias reclutaban personas. Con un examen general bastaba, para que con toda la indolencia posible, se definiera el destino de estas personas. Quien no tenía ningún defecto físico, era destinado para la guerra, para hacer parte de los quinientos millones de soldados que pertenecían al ejército mundial, llamados Aqueos por los Treucos; otro porcentaje, de los que poseían deficiencias físicas, eran destinados a ser esclavos o para trabajar hasta el día de su muerte en los proyectos arquitectónicos del Sen. Las mujeres no se salvaban de ello, trabajaban para el gobierno en nómina o en cualquier oficio. En tal mundo, como un hoyo gigantesco en la historia, se volvió a penalizar las conductas, las actitudes, las formas diversas de pensar e increíblemente la procedencia. La cárcel no existía. La pena de muerte arbitraria era la única condena existente por cualquier delito.
Los seres humanos mutaron. La endogamia de las estirpes dieron a luz seres extraños, faltos de razón y llenos de alegría. Sobretodo creían en el progreso, la humanidad deshonrosamente calzaba al vasto niño progreso. No faltaba mucho para que mutaran en especies desconocidas por completo. Todos temían ya las palabras de Wells: “ El género humano se ha dividido en dos especies, los Eloi, aristócratas delicados e inermes, que moran en ociosos jardines y se nutren de fruta; y los Morlocks, estirpe subterránea de proletarios, que, a fuerza de trabajar en la obscuridad han quedado ciegos y que siguen poniendo en movimiento, urgidos por la mera rutina, máquinas herrumbradas y complejas que no producen nada. Pozos con escaleras en espiral unen ambos mundos. En las noches sin luna, los Morlocks surgen de su encierro y devoran a los Eloi.” Bajo este panorama no podíamos pasar por alto las actuaciones d elos inatíes. Son los religiosos que se han crído los redentores contemporáneos del mundo. En parte su ayuda ha prolongado algo la existencia del mundo, pero hoy, hasta el vaticano le pertenece al Pol y todos los cardenales son sus súbditos. Es muy común que la gente vaya en contra de ellos y que la propensión del paganismo se acentúe en estos días, hay que saber que de buenas intenciones está hecho el camino al infierno.

Han de saber los que poco saben de cosas, que el pol tenía sus prototipos a seguir.
Quería ser mejor gobernador o conquistador que otros anteriores, así, supusieron que había hecho cosas más grandes que Napoleón, que luis XIV, que Enrique VIII. Pero el Pol quería tambien sobrepasar al allamdo primer emperador, shi huang di, perteneciente a la dinastía Qin, contruyó el templo más grande conocido en la antigüedad y también la monumental muralla china. Además mando quemar todos los libros anteriores a él. Esto mismo haría el Pol. Borraría la historia de la humanidad con su memoria.


Llegó el día. Sabía que ése día iba a llegar, pero no tan pronto. Salía de Clase de Guitarra, más temprano de lo habitual, sintiéndome un poco torpe en los punteos, por que unos días había faltado, y me había atrasado. Caminé lo más rápido que pude, por que creía que llegaba tarde a la cita, pero al llegar y mirar mi reloj, que marcaba que llegaba diez minutos tarde, llegaron ellos. Ellos eran mis tíos. Mi tía Bertha, y mi tío Virgilio. Ellos me pagaban la universidad. Hay que saber que bajo las apologías del Pol, la universidad sólo es un recurso para quién va a trabajar para él. Los saludé como siempre y con una sencilla sonrisa, a todo respondía que Bien.- Como están tus hermanos? Bien, Como está La U.? Bien, tu mama, bien, etc., a todo respondía con uno o con dos Bien. Mi tío y yo nos adelantamos a tomar un café. Mientras mi tía entraba a comprar algo al supermercado, En ese trayecto, me hizo las mismas preguntas a lo cual respondí con el mismo ánimo que Bien. Al llegar al Café, que se nota que era habitual y frecuente para mi tío Virgilio, puesto que lo encontró fácil, y la niña que lo atendió, lo hizo muy formalmente- Buenos tardes le dijo, y mi tío que miraba su lujoso reloj le dijo muy de cerca: buenos días todavía, pero no importa, por ti yo haría que fueran tardes, aunque siempre que te vea sean mañanas, Se mordió el labio inferior y le arrugó el ceño, de una manera muy cursi, pero que tal vez mi tío autodeterminaba atractiva; siguió adelante a sentarse, y la niña me miró y se rió, y yo hice un ademán negativo con una sonrisa, reprobando con humor el gesto de mi tío hacia ella. Mi tío pidió un capuchino expreso con un tinte de leche y yo no sé que más, y me pregunto que quería yo, Sólo un tinto, respondí. Al servir las dos cosas llegó mi tía respondiendo que no quería nada a mi tío Virgilio, y entonces empezamos a hablar. Mijo, No te podemos pagar el próximo semestre, tu verás cómo harás. Fueron las palabras iniciales de mi tía Bertha, no sé porque ese día la vi más fea y desgarbada, pero la seguía mirando y oyendo sin escuchar lo que decía a lo cual yo inmutable asentía. Entonces mi tío, imberbe y medio arrugado como para disculparse empezó a narrarme su vida otra vez(ya lo había hecho en ocasiones anteriores) y la de otros, que triunfaron por sí mismos con gigantescas tribulaciones y sacrificios; hasta el punto de que estaba yo de decirle que ya no me hablara más, ya no soportaba, todas las circunstancias de alcanzar cualquier objetivo son razonablemente distintas y muy subjetivas, partiendo de que nadie es igual, nadie tiene los medios parecidos, para alcanzarlo, a lo cual sumé en mi memoria la frase con que inicia F Scot Fitzgerald, el Gran Gtasby: “cuando te sientas inclinado a criticar a alguien ten en cuanta que no todos han tenido tus mismas ventajas.”
Denotaron mi tristeza reflejada en la inmovilidad fija, el carácter duro, la mirada inderrotable y el retador silencio. Aunque por dentro sentí un líquido agrio que me atravesaba el vientre y me disipaba los pulmones, solo pude, mirar a los ojos de mi tía Bertha, y abultar el labio inferior, dando un aspecto que decía: Me estas retando?
Agregaron luego unas palabras, ten en cuenta que te ayudamos hasta aquí, estos tres semestres, tú ya tienes algo de alas, ya puedes seguir solo…
Y me preguntaron después, Tú ya has averiguado en tu facultad las becas, los préstamos, la financiación? Yo aunque conocía absolutamente todo acerca de los particulares, dije que no y me limite a criticarlos con ahínco. Mi tío entonces me dijo, La universidad pone las reglas, y tú solo tienes dos opciones, o las sigues o te friegas. Entonces me sentí ferozmente determinado. Me instaron a que averiguara y que me moviera, que aprovechara el tiempo, porque ellos no me iban a ayudar más. Entonces por mi mente pasó el cuadro de trabajar arduamente, - en lo que realmente no degustaba, ya que todo lo que no fuese leer o escribir y que tuviera que ver con libros y literatura, no me agradaba, eso significaba, que me tocaba sufrir más de lo que estaba, o probablemente salirme de estudiar , mientras buscaba una universidad barata. Mis tíos estaban adscritos al falaz capitalismo que proliferaba el Pol, a mí, por el momento me tocaba mirar que hacer sino, podría caer bajo las garras de los Aqueos, que sin piedad me reclutaran o me convertirán en un esclavo y probablemente también a toda mi familia.
Después me dieron los 160 mil pesos de la mesada, y se despidieron.
Yo me fui a almorzar, mientras todos los sentimientos se despertaban en mi cabeza.
¿Qué haré, me tocara lamber en la facultad para que me ayuden.
O me saldré y me presentaré a la universidad Nacional.
Por qué me metieron en esta puta universidad tan cara sabiendo que a la larga a los tres semestres abandonarían esa ayuda y me dejarían con una carga que absolutamente no podía sobrellevar?.
Mientras comía, pensaba y pensaba, y me tuve que bajar las lagrimas con la sopa, por que si no, se me salían ahí mismo y eso era lo que yo no quería.
Iba a llamar a mi mamá para contarle y desahogarme, pero preferí contarle después, no había ningún afán, es mejor guardar silencio y ser prudente, es mejor actuar, actuar rápido, sino ellos se mueren sin mí, o más probable todavía, yo me muero sin ellos, que aunque tienen poco, más poco de lo todo el mundo cree. Son los únicos que me brindan todo y los que nunca y por ningún motivo me van a dejar de ayudar, así me tenga que exponer a la intemperie, y por lo cual voy a hacer lo mismo y más, ya que están pequeños mis hermanos. Para poder decir lo que me dijo mi tío esa vez- “todos tienen que sufrir, nadie lo tiene todo cuando inicia a luchar, a excepción de los hijos de papi, que lo tienen todo, como nuestros hijos, cierto Berthica? Ellos lo tuvieron todo y ahora son unos profesionales, yo lo luche todo, para que ellos no tuvieran que luchar nada”. Yo me reí por dentro reprobando su contradicciones, pero naciendo una iniciativa más grande en mí. Luchar por los míos.
Al momento llegan unos Aqueos a revisarme, dentro de mí surgieron las imágenes de mis hermanos y mi madre, desprotegidos. Me tocaría ser un esclavo, y ellos también, pero también había la posibilidad de huir ávidamente e irme donde los Treucos, podría solucionar algo…
Todavía me pregunto constantemente? Que voy a hacer?.

El ser humano seguía siendo el personaje alegórico que hacía de su pasado una parodia y del futuro una ironía del presente. Los treucos formalizaban la lucha de los pueblos. Se admitía el mundo como una humillante simpleza, una bufa y cómica dinámica donde todos los vivientes jugaban un juego: el de no ser vencidos. El Pol luchaba por sus intereses, para eso tenía que sacar provecho de la población. Los treucos defendían al pueblo de la tiranía del Pol y el pueblo luchaba y defendía su vida, pero para eso tenían que servirle al Pol. Mientras tanto todos se defendían de la muerte que recorría fastuosa cual feroz jinete en un caballo negro, las planicies del mundo, para hacer de los humanos pasto de su insaciable furia.
Así la humanidad iba espectando los albores del olvido. Se encaminaba ciega en pos de lo desconocido. Eran nobles ovejas desfilando al matadero. Eran como las ratas conducidas por el flautista de Hammelin al abismo. Era la humanidad que se ahogaba con su voz débil, como las once mil vírgenes asesinadas por los hunos. Era la voz del pueblo que se apagaba lentamente.


Texto agregado el 14-12-2007, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


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