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Inicio / Cuenteros Locales / onanista_por_palabras / A las cuatro en la plazoleta

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Hola Irene. No sé porque te escribo, seguramente para no sentirme tan solo o con la esperanza ingenua a que alguna vez leas esto, a que de alguna manera sigas sabiendo de mi de esa forma mágica que le damos a las cosas cuando no tenemos nada en lo que creer y que ahora he otorgado a este cuaderno donde te escribo. Hace tres días que te fuiste, y cada palabra que escribo es como una victoria o una derrota, un drama del que me gustaría ausentarme, sin poder hacerlo por el miedo a perder la última esperanza de recuperarte. La casa sin ti se me cae encima y me paso casi todas las tardes en la plazoleta de enfrente. Suele estar llena de viejos y niños, los dos extremos de la vida a los que parece que les sobran las horas para gastarlas en la calle, las horas que ahora me sobran a mi y que uso mirándolos en sus actividades, que son muchas. En esta afición mirona coincido casi siempre con una mujer mayor, Carmen, viuda desde hace un año y desde que se fue su Angelino se aburre. El dolor en esa compañía silenciosa, se me hace mucho más llevadero, las horas se nos pasan mirando a la gente juntos, sin que Carmen me pregunte por mi tristeza, ni yo por su familia, ni por todas esas verdades incómodas que en los malos momentos no son fáciles de explicar. Nos dedicamos a ser espectadores del mundo, enajenándonos del propio por el duelo y apropiándonos del ajeno en una pausa muy cómoda que es nuestra compañía.

Esta mañana me he despertado por el ruido de la puerta al abrirse, me he levantado de un salto pensando que habías vuelto, cuando iba a tu encuentro con el corazón que me salía del pecho, he comprendido que había soñado, la casa se ha llenado de tus fantasmas... Hoy he hecho una foto a Carmen en la plazoleta donde nos encontramos todas las tardes. Cuando se la hacía, estaba fumando y le he dicho que lo debería dejar; ha salido mirando hacia otro sitio. En la foto podrás ver el sofá de nuestro cuarto de estar. Como pasamos tantas horas en la plazoleta y en casa casi no estoy, pues lo he bajado para que podamos estar más cómodos, al final de tantas horas los bancos públicos se hacen muy duros. Carmen ha bajado las fundas estampadas que ves y me dicho que también bajará unos cojines.
Hoy hemos estado viendo jugar a un grupito de unos diez chavales que imitaban una serie de dibujos, nos ha sorprendido la resistencia a los golpes que tienen. Luego hemos visto jugar a unos abuelitos a la petanca y casi se pegan como los chiquillos de antes. El momento que más nos sorprende siempre, porque siempre es muy parecido, es cuando vienen a la plazoleta los perros y sus dueños. Llegan más o menos a la misma hora, cada uno por su lado, sueltan los perros que corren al encuentro, se huelen, se saludan, juegan, y cuando los dueños se impacientan, llaman a su perro y se van. Carmen y yo dudamos quién saca a quién.


Me paso casi todo el día en la calle, lo peor son las noches cuando no te encuentro en la cama y la sábana no es tu piel, ni la almohada tiene tu abrazo, ni se tienen sucedáneos para lo que se echa de menos.... Carmen bajó ayer una mesa de camping y una mantita, por las tardes refresca pronto. Yo bajé la lámpara de pantalla que teníamos en el saloncito para leer y la he enchufado a una batería. Ayer fue divertido porque cenamos sopa que trajo Carmen en un termo y croquetas de jamón que le salen buenísimas. Me ha dicho que el truco está en echarle maicena a la bechamel. Yo hice una ensalada y como no estás, le puse mucha cebolla. Mientras cenamos le hablé a Carmen por primera vez de ti, cuando acabé sólo dijo, “ay, hijo”....... sin poder ocultar la necesidad por volver a creer, le pregunté que era para ella amar, y me contestó que “si me lo preguntas no lo sé, ahora, si no me lo preguntas, sí”.
Pudimos ver la tele pequeña que tenía en la habitación ya que funciona perfectamente conectada a la batería, Carmen quería que viéramos juntos un programa que le gusta mucho pero se quedó dormida, aproveché para recoger un poco y al final yo también me quedé dormido a su lado...
Me despertó el sonido de unos tambores, al abrir los ojos asustado nos vi perros y gente sentados en corros que nos rodeaban riendo y cantando, fumando bebiendo, haciendo malabares, me dio la sensación de despertar en un país muy lejano, africano o de otro continente. Carmen también despertó tan desorientada como yo, y mientras un par de chavales se acercaban a preguntarnos si queríamos cerveza, un vecino de la plaza gritaba desde el balcón que había llamado a policía, que aquello ya era demasiado. La primera luz de la mañana reflejaba en la litrona tendída por el joven que nos explicaba que eran del movimiento okupa y les molaba mucho el rollo que habíamos montado en nuestra plazoleta, no entendíamos nada...Hace dos semanas que te fuiste, la vida es una locura.

Texto agregado el 14-12-2007, y leído por 298 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
20-12-2007 Me encanta este cuento. sophie
16-12-2007 La soledad plasmada en la plazoleta junto a otra solitaria, que sobrevive y comparte la soledad. Un texto plagado de imágenes, de sensaciones, olores, voces, juegos y gentes de todo tipo que constituyen exactamente la vida, a pesar de las ausencias, a pesar de la soledad, a pesar de todo lo que se ha perdido. Hermosa historia, digo hermosa por lo bien narrada y el formato carta o diario de vida que encierra ya dos semanas de ausencias y un mundo por contar. Estrellas vienen volando. FaTaMoRgAnA
15-12-2007 La locura es meterse en tu relato, Marcos, porque es como entrar a una vorágine que succiona y te lleva al fondo. Al menos eso es lo que me ha pasado a mí. La soledad tiene esas propuestas, indecentes para los demás, que no comprenden como Carmen, que el amor no requiere de preguntas para explicarlo. Grandioso. Un abrazo. neus_de_juan
15-12-2007 Genial onanista, bien narrado. Me gustarís esperar este diario todos los días. justine
14-12-2007 Muy bueno, si..con elementos que parecen de 'locura' y sin embargo, no lo son..Ante la perdida -por amor o por muerte- el vacio es tan inmenso que uno incluso teme entrar a su propia casa, a la de cemento y ladrillo y a la otra, a la propia, a la de adentro, a la unica..se teme ver los restos, se teme inhalar la nada, se teme reconocer la espantosa necesidad que se tiene del otro..Y entonces uno, simplemente, une soledades con el vacio del que esta al lado..y a veces, solo a veces, los silencios despiertan y uno cree estar acompañado. Mildemonios
14-12-2007 Entretenido, eso sobre todo, aparte ¿quién no puede sentirse identificado en algún momento de su vida con alguien que sufre el desamor? me encantó la última escena, sólo un consejillo: quita esto -y la he dicho- mi_mundo_paralelo_y_yo
14-12-2007 Me encantó! Qué buena mezcla de sensaciones y que familiar me ha resultado. Lograste que un público diverso se identifique con el relato por haber puesto allí elementos diversos. Las imágenes son un anudamiento de ternura y sensualidad. Felicitaciones. miriamdiaz
14-12-2007 jejeje, que locura de realidad... genial... Por cierto, si no abres el libro no tengo manera de contestar a tu propuesta majo... nomecreona
 
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