Cuanto apoyo y cuanta comprensión
recibí de usted en todos mis años.
Si hasta en mi despertar juvenil
le confiaba mis secretas necesidades,
y de usted. siempre recibía las caricias
y me conformaba en mis desengaños.

Nunca un no, o un decir...Estoy ocupada.
Siempre me atendía con su tendida mano,
y su forma de hacerme ver y tan sutil;
me llevaba a momentos de tanta delicia.
Todo era cariño, todo era amor sin daño,
usted hacía que se me inflamara el corazón.

Esos fueron mis trece a dieciséis años.
Pero, que caso extraordinario, su memoria
de mi mente ya se había borrado, y ahora
a los años que tengo, bellos recuerdos afloran
de tantas consultas secretas y a deshora,
todas apoyadas por su generosa mano.

Donde quiera que usted esté, mi recuerdo la añora,
aunque se disuelva en el tiempo, viene a mí ahora,
y siento las caricias de su mano
y el sueño me envuelve señora;
llenando mi cuerpo de tranquilidad y mi alma,
mi generosa Doña Manuela, viuda de Palma.

Nomade...insimismado