En la empresa en la cual trabajo se realizó como todos los años, el almuerzo por la proximidad de las fiestas de fin de año. Pero para mí este no fue un almuerzo más, hace unos meses cumplí treinta y cinco años de trabajo y como es costumbre en tales ocasiones, me entregaron una bandeja de plata. Recursos Humanos ya me había notificado y también me pidieron que eligiera "el padrino", así le dicen a la persona que entrega la distinción al homenajeado. Como la empresa ocupa un predio muy grande, armaron una carpa especialmente equipada a tal fin. Todo estuvo muy bien organizado y la animación estuvo a cargo de dos compañeros de trabajo con condiciones para hacerlo, además la señora este año se recibió de locutora profesional. Trabajamos como un día normal, yo llevé ropa para cambiarme y estar, a mi entender, a tono con la circunstancia. Cuando me llamaron para que subiera al escenario lo hice con paso firme, aunque el corazón ya comenzaba "a galopar" y casi no oía lo que pasaba a mi alrededor. Desde ese momento hasta que pasaron unos cuantos minutos, no recuerdo nada, solamente vi desfilar por mi mente las caras de personas que trabajaron conmigo y que lamentablemente ya no están, algunas no sólo allí, tampoco en esta vida. En tantos años jamás lloré delante de mis compañeros o jefes, a pesar de que un día que es mejor que no recuerde, despidieron por restructuración a cincuenta y seis personas debido a la mala situación financiera de la compañía. A las imágenes de esas personas se sumaron las de familiares y personas muy queridas por mí que ya no están. Demás está decir que todos trataban de consolarme pero tardé bastante en volver a lo que puede considerarse como "estado normal". Después que todo pasó me sentí incómoda por la situación vivida, pero reflexioné y me dije a mí misma que en mi biografía en esta página, digo que soy una "persona común" y las personas comunes tenemos debilidades y no tengo nada de que avergonzarme. Quería compartir con Uds. el día tan especial que ayer viví. |