La Dama del Lago,
la oculta mano salvadora y potente,
dueña de la Espada y de la Fuerza,
tiene miedo.
Miedo de ser reconocida.
De que su refugio,
ese lago, construído con lágrimas,
en las más altas cumbres,
lejos de la curiosidad insana,
pero oferente,
sea invadido por la zafiedad,
por la burla envidiosa.
Por eso se protege,
se camufla,
y disfraza sus cantos
de cuentos malignos,
preñados de duendes y trasgos,
etéreos, volátiles,
aunque de aspecto tremebundo.
Para que sólo la sinceridad y el valor
se bañen en sus aguas,
límpidas, frías, tonificantes.
Y la escalada disuada al advenedizo.
Gracias por tus dones,
no para cualquiera. |