En la desvergüenza de la ceguera,
nadie es capaz de percatarse,
que la esotérica magia de la vida,
no se encuentra debajo de una roca,
sino delante de nuestros ojos.
El ser humano ha sido mitómano,
de su propia existencia,
hemos desfigurado la realidad,
indagando sobre enigmas inverosímiles,
favoreciendo acérrimamente, nuestra mutilación.
Hemos creído montear a este mundo,
capcioso espejismo de un burdo egocentrismo,
que hemos de pagar, como victimarios culposos,
al ser cazados, por nuestras imposturas,
por arremeter a la fé, seremos juzgados por la inquisición natural.
Esta espiral infinita,
será silente testigo,
de nuestras lagrimas humeantes,
disfrazadas de sonrisas cínicas,
sarcasmo, de nuestra propia necesidad de ser.
Ignoraremos todavía necios,
que el encanto de la vida,
se encuentra en observar con detenimiento,
lo majestuoso, lo sublime,
de lo salvaje, mientras toma su propio curso,
innatamente destinado.
Estaremos en un pináculo idealista,
concientes de que la domesticación del universo,
se vio imposibilitada,
por nuestra sumisión a nuestro instinto bravío y de fiereza,
cuando éste, nos devolvió a la precariedad. |