Finalmente llegó el momento esperado. El antiguo compañero de colegio, de primer grado, de toda la vida, había muerto. De un cáncer cruel y terrible, como corresponde al traidor que arruinó su vida. Años compartiendo los mejores colegios, el golf, las vacaciones en Punta del Este, el gusto por los caballos árabes... traidor, sí, traidor inexcusable. Falso devoto de comunión diaria, chupacirios, lame-hostias, si habrá duplicado o triplicado su fortuna administrando campos y propiedades de los curas... en fin, pero lo más imperdonable había sido la zancadilla que le había puesto a él, su mejor amigo, dame todo lo que tengas que hay un negocio que no puede fallar, solamente hay que colocar la guita un tiempito en la mesa de dinero de unos conocidos, sí, gente intachable, ponés un millón y en sesenta días tenés uno trescientos...
La ruina, la indiferencia, che lo siento mucho querido, así son los negocios, ¿viste? Y volver a empezar, a los sesenta años, para peor con el sabor amargo que deja la bronca y la desilusión de haber sido estafado por la persona más confiable en el mundo.
Pero ahora su "amigo" estaba muerto. La plata jamás se recuperaría, la amistad tampoco. El rencor se licuaba con un dejo humanitario, con el recuerdo de aquel pibe de sonrisa franca que cada sábado caminaba junto a él por las veredas de San Isidro con el brazo sobre su hombro, para llegar al entrenamiento del San Isidro Club. Una chica elegante que pasaba le trajo a la memoria las fiestas del Colegio Sacre Coeur, esas aprendices de mujeres coquetas e inalcanzables, las hamburguesas de The Embers y los primeros tragos en La Biela de la Recoleta.
No asistiría al velorio ni al entierro. El caso de su derrumbe financiero era bien conocido y disimulado por allegados y familiares del muerto. Decidió poner un aviso fúnebre en La Nación. Se acercó a la receptoría, pidió el formulario y escribió:
Nicanor Urreta Levalle Funes (alias “Verruga”)
Se durmió en la paz del Señor el 27/5/2005
¡“Verruguín” querido..! Tus compinches del Club de Bochas “Paredón del Sur” jamás olvidaremos tu presencia, tu pasión secreta por este club y esta barra de amigotes, que vos solías llamar “Los marginales”... Te dejamos nuestro abrazo eterno como reconocimiento a tus aportes para la pizza y el vino de los miércoles, y entre nosotros, también para las “chicas” que nos prodigaban sus mimos entre partido y partido... Buen viaje, Verruga!
Tus amigos “El Tutuca”, “Cachorro”, “Tumbero” y “Gavilán”.
Pagó la publicación, y en la esquina de Callao y Juncal le dijo en voz muy baja al dueño del puesto de diarios:
- Pedrito... guardame La Nación de mañana... ¿si?
© RNPI Nº 155707 - Junio 2008
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