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EL NIÑO Y LAS HADAS

Hace más de 100 años en un pequeño pueblo inglés junto a una montaña vivía un niño llamado Sebastián, con sus abuelos John y Susan.
Sebastián tenía 10 años y a su corta edad, de 3 años, perdió a sus padres, quienes fallecieron a causa de una epidemia de viruela, a raíz de la muerte de sus padres su comportamiento había comenzado a ser extraño, veía cosas que nadie mas podía ver, decía que veía a 3 hadas que jugaban con el entre las flores y le avisaban de las cosas que iban a pasar, motivo por el cual los demás niños se burlaban diciendo que estaba loco, motivo por el cual nunca querían jugar con él. Los abuelos de Sebastián tampoco creían que el niño veía a las 3 hadas, aunque les sorprendía la manera en como el niño siempre sabía sobre las cosas que iban a suceder, pero decían que solo eran coincidencias.

Sebastián era un niño muy inteligente y obediente, no iba a la escuela por que ayudaba a sus abuelos en el campo, pero ellos le habían enseñado a leer y escribir, el era muy distinto a los demás niños. Una mañana mientras estaban jugando en las hortalizas, las hadas le dijeron a Sebastián que iba a haber una tormenta muy fuerte y que sería muy peligroso estar cerca de ahí, justo esa tarde él y su abuelo irían a cosechar fresas. A pesar de que en ese momento casi no había nubes en el cielo Sebastián sabía que eso sería cierto y fue a avisar a su abuelo para que no saliera de su casa, pero al llegar su abuela le dijo que había salido al mercado a comprar unos costales para la cosecha de las fresas, Sebastián salió corriendo al mercado muy angustiado por lo que iba a suceder, alzó la mirada y vio que el cielo comenzaba a oscurecerse, sabía lo testarudo que era su abuelo y que aunque estuviera lloviendo querría ir a cosechar las fresas. Cuando llegó al mercado John ya se había ido al campo pensando que ahí estaría su nieto, cuando Sebastián llegó a los sembradíos ya había comenzado a llover, le dijo a su abuelo que era peligroso estar ahí y que mejor regresaran cuando cesara la lluvia, John no quiso irse a su casa y dijo que no saldría de ahí hasta que terminara de cosechar las fresas, Sebastián insistió en irse de ahí diciéndole que sus amigas las hadas le habían avisado del peligro que correrían por la tormenta. John no lo escuchó y siguió recogiendo fresas, Sebastián fue a buscar algo con que cubrir a su abuelo, cuando de repente escuchó un ruido ensordecedor y una luz que lo cegaba, sintió temblar la tierra y cayó al piso, cuando pudo levantarse y volteó a ver a su abuelo vio que estaba tirado en la tierra, un árbol le había caído encima y estaba inconciente. En ese momento las hadas se aparecieron y ayudaron a Sebastián a quitarle de encima el árbol a su abuelo, luego le dijeron que fuera por ayuda, que ellas se encargarían de cuidar a John mientras el llegaba. Sebastián corrió a avisar a su abuela de lo que había sucedido,al llegar al lugar levantaron al abuelo y entre los dos lo llevaron a casa.
Cesó la lluvia y Susan fue a buscar a un doctor del pueblo, Sebastián se quedó en casa con su abuelo. Al llegar el médico y revisar a John dijo que este había recibido un golpe muy fuerte en la cabeza y que si no despertaba en las próximas 24 horas era muy probable que muriera y por lo tanto el no podía hacer nada. Susan se preocupó mucho pero trató de mostrarse fuerte frente a Sebastián, pero el sabía lo que su abuela sentía y esa noche la escuchó llorar.
Cuando Susan ya se había dormido, las hadas fueron con Sebastián y le dijeron que su abuelo moriría, pero se podía hacer algo para evitarlo, necesitaba ir a la montaña a buscar una hoja de la planta de oro que al entrar en contacto con el fuego se fundía en una sustancia verde que debía poner en la frente de su abuelo, pero que estaba escondida en el fondo de una cueva, y para poder entrar tenía que pedirle permiso al guardián de la montaña, que era un duende muy gruñón y que estaba encargado de cuidar un tesoro que también se encontraba en la cueva, y que ellas no podrían acompañarlo, también le advirtieron que debía cuidarse de los seres del bosque
Sebastián salió de ahí lo más rápido que pudo y se dirigió hacia la montaña sin temerle a la noche ni a los seres del bosque que el bien sabía eran brujas, duendes y otros seres inmateriales igual que sus amigas las hadas, pero con perversas intenciones.

Al adentrarse en el bosque escuchó el llanto de una niña, y olvidando lo que le habían dicho las hadas se acercó a ver quien era, era una niña pelirroja, de ojos azules que decía haberse perdido en el bosque y le pidió a Sebastián que le ayudara a salir de ahí. Sebastián le dijo que con gusto la ayudaría pero que primero debía ir a la montaña a buscar la planta de oro para curar a su abuelo.
La niña, que en realidad era una bruja del bosque, se mostró muy interesada en acompañar a Sebastián a buscar la planta de oro, la cual tenía otra facultad además de curar, podía convertir el carbón en oro.
Sebastián dejó que la niña lo acompañara y juntos entraron a la cueva, ahí estaba el guardián de la montaña tocando un violín de oro, quien al verlos entrar les preguntó que era lo que buscaban. Sebastián le contó lo que había sucedido con su abuelo y le dijo que sus amigas las hadas lo habían enviado ahí, el duende le creyó la historia, pero notó algo raro en la niña que lo acompañaba, ella no quería mostrar su cara, motivo por el cual el duende sospechó que se podía tratar de una bruja del bosque y puso a prueba a los dos niños. Los dejó pasar a la cueva y los condujo por un falso camino, en el cual había un tesoro falso y una planta de oro falsa. Cuando la bruja vió la planta y pensó que era la verdadera recuperó su forma normal dejándo ver sus garras y colmillos y dijo al niño y al duende que los encerraría en esa cueva para siempre y usaría la planta para aumentar sus poderes. Pero al momento de tocar la falsa planta de oro en vez de aumentar sus poderes se debilitaron y el duende la convirtió en una estatua de oro que añadió a otras que estaban en el pasillo del falso tesoro junto con muchas otras brujas que habían intentado adueñarse de la planta de oro. El duende llevó al niño a donde estaba la planta, le regaló una de las hojas y además le regaló 3 monedas de oro.
El niño salió de la cueva cuando estaba amaneciendo, regresó por el camino del bosque y en la tarde llegó a su casa, hizo lo que le habían dicho las hadas y su abuelo despertó y se cerraron sus heridas.
2 años después cuando Sebastián cumplió los 12 las hadas se despidieron de él diciéndole que ya podría cuidarse solo y que obedeciera siempre a sus abuelos y que ellas ya no podrían estar con el por que otros niños necesitaban de su ayuda. Después de despedirse de ellas Sebastián no volvió a recordar a las hadas. Ellas le borraron la memoria. Pero a veces en sus sueños, Sebastián veía las cosas que le sucederían, y entendió que no se puede cambiar el futuro, pero si la manera de reaccionar ante los hechos.

Texto agregado el 11-12-2007, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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