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El Negro subió por las escaleras, haciendo alardes de su sobriedad. A grandes trancos y de dos en dos fue escalando. Entró a la habitación principal y ahí estaba. Lucía con el yanqui ese. Hank saltó de la cama y con una mano alzada comenzó a parlotear velozmente mientras con la otra se cubría con una sábana. El Negro cerró la puerta tras de sí y caminó hacia ellos.

El Juani, que ya iba por el tercer tequilazo se empezó a cagar de risa del pelo de la novia de Andrés. Gresca entre borrachos. Martín, el rengo y la loca de Mercedes por intentar separar cobraron en la golpiza más de lo que los borrachos se pegaron.

En el salón Hernán y el otro Pablo bailaban como locos entre la enorme cantidad de gente, encontraron dos muy buenas rubias y muy dispuestas. Comenzó a sonar un buen rockanroll y el manto de cabezas saltando parecían las olas del mar.

En la playa, Diego se comía, por fin, a la hermana del Negro Pablo.

El Negro estaba por tirar a Hank por la ventana, cuando vió que dos borrachos caían a la pileta y con ellos mucha más gente, alguién apagó la música de golpe.

Hernán aprovechó la distracción y se las tomó con una de las rubias. El rengo, empapado, pedía ayuda para salir de la pileta, cuando vio a Hank caer edntro de ella, pero desde la planta alta. Diego ya le había sacado el sostén y besaba sus senos. El Negro bajó corriendo y se llevo puesto el equipo de música, uno de los bafles llegó hasta el borde de la pileta. El chispazo incendió las cortinas frontales y parte del sillón.

Cuando sacaron a Juani, estaba muerto, ahogado o aplastado, o por borracho.


Unos días después todos asistieron al funeral, todos de negro. Andrés lloraba, su novia Mercedes, llevaba hoy, su pelo de color fucsia. El negro, al lado de la madre de juani, miraba de reojo a Lucía, tomada de la mano con Hank. El gringo tenía una enorme cicatriz en la ceja izquierda. La hermana del Negro, al lado de su madre fingía un llanto, mientras que Diego, detrás, metía una mano bajo su falda. El otro Pablo le contaba a Martín sobre un travesti rubio que tuvo que golpear, y a su lado, Hernán, tomado de la mano de una blonda imaginaba su casamiento. El rengo no pudo ir, no le dieron el alta por la neumonía.

Una vez fui a una fiesta que significó mucho más ahora que en ese momento. Después no nos volvimos ver nunca más. Aunque todavía nos juntamos, el abogado, el psicólogo, el médico, el comunicador y el empresario.
Es una advertencia, si todavía no la viven, disfrutenla; si ya la vivieron, disfrutenla más aún

Texto agregado el 10-12-2007, y leído por 232 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-02-2008 sì mi hermano, existen de veras. Y así aparecen. Divertida mis puntos... obtusus
11-12-2007 No, pues no, por el esfuerzo una* marxtuein
 
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