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-Hola señor Rudolf
-Hola Martin Joe
Nadie imaginaba que un cruel villano acechaba ente las tejas del hogar del zapatero.
La mañana de sol seguía con su armonioso cantar alumbrando las pasiones y sueños cotidianos de los seres sensibles y sencillos de la pequeña vila de Postriknmbstrum norte, la mayoría de ellos dedicados a la artesanía y el resto a la pesca. Otros eran vagos.
Generalmente eran ofrecidos en sacrificio a los dioses del pueblo vecino, aún adepto a extraños ritos de antaño.
-Oiga señor Wilbur.
-Dígame gentil joven.
De su bolsillo interior sacó un rifle, lo cargó y disparó sin piedad contra el humilde señor Wilbur.
El pueblo se había quedado sin su serio gobernante.
-¡Es una tragedia! ¡Una tragedia! ¡Alguien le arrebató al señor Wilbur la vida injustamente!
El pueblo sin gobierno y con temor del vil asesino cayó en un oscuro caos, hasta que el joven Philbury dijo en voz alta, en medio de la plaza pública;
-¡Todos deténganse! No vamos a solucionar ésto corriendo para todos lados! ¡Unámonos y hagámos justicia! ¡Capturemos al asesino y golpeémoslo brutalemente contra el cordón de la vereda! ¡Deshuesémoslo, rellenémoslo y hagamos una gran festividad con vino y ensaladas! ¡Hagámos cuerdas de guitarra con sus tendones!
El pueblo entró en una febril euforia y pronto todos los rostros se transformaron, sedientos de la sangre culpable.
El asesino escuchó de lejos estas palabras y se puso pálido, pronto escuchó los pasos desesperados de las sanas personas que ahora se convirtieran en desquiciados sanguinarios, pasar cerca de su precario escondite.
Sus caras estaban transformadas, y todo era culpa de él. ¿Por qué había matado al gentil Wilbur? Ahora que lo repensaba todo, no parecía más que la creación descuidada de una imaginación desprolija que había inspirado todos esos sucesos infundados.
De todas maneras, nadie sabía que había sido él, así que simplemente salió corriendo de ese lugar y salió del territorio.
Sintiéndose más tranquilo se dedicó a la meditación trascendental.
Años después publicó libros que tuvieron gran aceptación en el desesperado y oscurecido pueblo que una vez fue gobernado gentilmente por el gentil señor Wilbur, pero no pudo enmendar más que superficialmente los sufrimientos causados...
Con el mismo fervor (o intentando que así fuera) que cuando incitó al pueblo a bucar venganza, el ya no tan joven Philbury intentó rellenar los corazones viciados de las personas con estos libros de autoayuda.
El pueblo fue salvado por las empresas internacionales.
Varias fábricas fueron instaladas y la gente rápidamente se adaptó a gastar sus energías armando cajitas, una tarea sana y beneficiosa economicamente.
Cuando el que una vez condenó al pueblo años atrás, se atrevió a pisarlo nuevamente, fue recibido por el ya nada joven Philbury, hace años gobernante del lugar, con té y galletas.
Vió sus libros en el estante, los autografió y abandonó el pueblo otra vez, no sin antes matar al gobernante.

Texto agregado el 09-12-2007, y leído por 139 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-12-2007 Me ha vuelto a gustar este otro relato. Poseen un surrealismo muy interesante. Cuidate DDB dolordebarriga
 
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