Existe una edad en la que creemos saberlo todo. No tiene número definido, sólo nos importa la manera en que vivimos sobre un pedestal de marmol, observando la mediocridad del resto que avanza como la sombra de los fieles a lo imposible o de los plagiadores de lo creíble.

Creemos saberlo todo y nadie puede discutir cuan convencidos estamos de poder patear la cara de cualquiera... incluso la de dios...
si tuviera cara.

Pero basta con que pasen un par de años para revizar cada una de las idioteces que uno en su ceguera narcisista escribe... para darse cuenta de lo jodidamente falso que siempre terminamos siendo...
Un pestañeo y todo lo artista que creemos ser... se muere.
Criticamos todo lo que acusamos aprisiona el alma creativo del ser... cuando terminamos soportando los grilletes en nuestros tobillos frente a la necesidad de ser originales...

En cada intento desesperado por no pertenecer al común de los mortales, fingimos sentimientos de todo aquello que ya hemos leído.
Miles de Cortázar, Borges, García Márquez, Chinosky, Poe, Bradbury, Tolkien, Salinger.

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Nunca me subiré a ese pedestal, acepten de una vez que nunca seremos alguien como para hacerlo