Que sus erecciones no duren ni un minuto,
que en sus terapias antiimpotencia sólo piense en mí,
que se convierta en eyaculador precoz;
que, entre calambres y espasmos, no sepa controlar
el ímpetu por poseerme;
que me desee y me desee, hasta más no poder...
que diga mi nombre cuando esté con ella,
que ella me conozca y le muerda un testículo;
que, voraz, se lo arranque de cuajo.
Que me vea feliz, caminando de brazos de otro...
que se acerque a mi puerta cuando la deje abierta, en un descuido lúbrico, para entregarme a otro.
Que me vea gozar, divina en otros brazos.
Que el brillo de mis ojos, al tropezarlo en la calle, lacere su cara, su alma, sus entrañas... que le duela, que le duela, que le duela!!!
Que un día regrese arrepentido y, frente a mí, caiga de rodillas, muerto como un perro, con los ojos bien abiertos y mi sonrisa retratada en sus pupilas... así yacerá por siempre en mi memoria... |