En la penumbra cómplice del cuarto,
se despojan nuestras pieles del disfraz,
flotando la ternura en el ambiente,
nos inunda la magia del besar.
Recorro con mis dedos tu paisaje prohibido,
descubriendo tu goce con asombro y placer,
y esos raros momentos que me son tan queridos,
inyectan esa savia que recorre mi ser.
Lo que nuestros labios callan por temor o evasión,
lo expresan las miradas que traducen amor,
aunque esté contenido es un grito que surge,
emoción por la unión sin pensar en dolor.
Allí somos nosotros, esos raros, extraños,
prescindentes de rótulos, sin promesas ni vínculos,
igual surge el amor, sin nombrarlo mil veces
y aún sabiendo que vamos por distintos senderos,
las paralelas cruzan por un raro milagro,
inevitablemente unidas por el tácito amor.
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