Alma paso su primera noche en aquella casa, muerta de miedo. Hizo lo posible por acostarse lo más tarde posible, camino por todo el primer piso de un lado a otro, acostó y leyó cuentos a su hermano, charlo con sus padres, e incluso se tiro en el pasto del patio trasero a ver la luna. Era una noche calurosa así que se dio el lujo, cualquier cosa menos estar sola en aquel cuarto. Ya estaba quedándose dormida bajo las estrellas cuando...
-Alma Marina!, que diablos haces ahí tirada?!. Entra a la casa y vete al dormitorio!
A regañadientes entró, arrastrando los pies y la vaporosa bata de gasa, regalo de la abuela en su cumpleaños pasado. Entro al cuarto, como alertada de que algo pudiese pasar y rápidamente se metió en la cama. Estaba helada, al igual que todo su alrededor. Sintiéndose aun observada, subió las cubres hasta su cabeza y cayo dormida.
Pasaron los días, y la sensación de no estar jamás sola en su cuarto paso a ser llevadera. Ya no le asustaba la misteriosa brisa que hacia bailar los visillos, aun con las ventanas cerradas, ni aquella presencia invisible que la perseguía en cada rincón del dormitorio, es mas, la extrañaba cuando iba a clases o salía de paseo. Pensaba quien diablos era aquel ente invisible que estaba tan pendiente de sus pasos, y que no molestaba a nadie mas en la casa, salvo a ella.
Le confidencio a su hermana mayor, Blanca, lo que ocurría en su cuarto. Esta lo tomo como chiste y dijo:
-Estas loca Almita!, Como se te ocurre?, ya papa dijo que no existen tales cosas. A mi no me ha pasado nada ni he visto cosas raras en casa y menos en tu cuarto. Debes estar sugestionada por lo que te contaron tus amigas.
Si, aquella historia, debería investigar más sobre aquella trágica historia. Un día, después de clases, comenzó a interrogar a los vecinos. Nadie le dijo nada, la mayoría vivían hace poco en el lugar o no querían remover aquellos duros y traumáticos recuerdos. Solo una persona se ofreció a ayudarla en su búsqueda de información. Se llamaba Arturo y era el vecino de al lado. Alto, pelo castaño, ojos azules y 17 años, Ambos quedaron prendados el uno al otro al instante.
-Mira, no se mas que tu, yo llegue a vivir acá un año después del crimen, pero averiguare con mi abuela que vivía aquí en aquella época. Por mientras podrías averiguar en la biblioteca revisando periódicos del año, yo te acompaño.
Quedaron de juntarse en la plaza Victoria al día siguiente y se despidieron con un beso en la mejilla que causo cosquillas en ambos. Al dar la vuelta hacia su casa, sin querer, Alma miro hacia la ventana de su dormitorio y vio una mano masculina agarrando el visillo. Se quedo parada un buen rato mirando a aquel misterioso ser que la observaba vigilante desde la ventana y después, siguió su camino.
Le costo conciliar el sueño aquella noche, no porque aquel ente estuviese presente vigilándola, no, sino porque moría de ganas de saber quien era el, su nombre, como lucio en vida y que interés tenia en ella. Casi de amanecida, Alma por fin cayo rendida, y en el sopor del sueño sintió como una respiración tibia le rozaba suavemente el cuello...
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