¿Qué más hay?
Después de obedecer a mis papás y ser buena niña.
Estudié matemáticas y casi ni una tarea me faltó.
Me porté bien, ayudé a mayores y la buena obra del día
jamás se me pasó.
A mis amigos siempre he querido y cuando han sufrido, yo pienso, asisto, pongo mi hombro y casi nunca he cerrado los oídos.
Mucho trabajo me costó, rebeldía, incertidumbre de dejar de ser el ensayo y encarreré el miedo y hacia el cielo me lancé.
Festejé, derroché, como niña y mujer me porté, nunca he dejado de creer, mi abuela me ha dicho que siempre hay algo mejor más adelante de adelante.
Amo, creo, me confundo y me cierro, pero con un ojo vigía y el corazón latente.
Soy una adicta a creer de nuevo, una y otra vez, ¿pero qué más hay?
No es cuestión de religión, ni de fe, ni de esperanza, pero cada minuto que gotea menos entiendo nada.
¿No hay alguien, hay muchos, unos cuantos, uno solo que toque su corazón y me lo explique?
¿Cómo debo ser? ¿Qué más tengo que ser? ¿Me equivoqué al ser como soy? Eso no puede ser. Se dice que si es cierto, de corazón en mano, nunca hay error, pero algo me faltó.
Ya recorrí una buena distancia, a veces con cautela y sintonía, otras con terror, otras con ansías para llegar más delante de donde estaba, ¿pero cuándo deja de ser adelante para llegar adelante?
Ya me cansé, estoy exhausta, no puedo ni llorar. He actuado, con comprobación y error, juro que he pensado y reflexionado y todos siguen repitiendo lo mismo, sigue así, sigue la marcha, haz lo mejor, piensa que esta vez sí tendrás lo que se te prometió.
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