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Recuerdo cuando me acerqué despacio a tu cuerpo, y puse mi oído en tu corazón
Con tibieza alborotada, tú callabas ese sonido que cuando lo emitías levantabas los vellos de mis brazos y hacias relucir mi cristal que se empañaba con la lluvia... ese día llovía, y los milagros del cielo se confundieron con mi rostro, pero aún no podía llorar.
Te tomé la mano, la apreté entre las mias, y se confundieron ambas, no te dije palabras... el silencio lo hablaba todo, entre nosotros claro.
Te miré a los párpados, aún pensando que hacía algo malo, tal vez pensabas lo mismo pero a la distancia. Lucías muy bien ese día, entero de negro, con una elegancia impresa en tu cuerpo, tal vez la polera le daba esa rebeldía necesaria para saber que eras tú quien aguardaba que me acercara, o esperabas regresar el tiempo hasta mucho antes, para comenzar desde tu punto cero, tomar un tren mas temprano y chocar accidentalmente con mi mirada, que sin duda hubiera estado perdida entre nubes, pero que sé te hubieras encargado de esclarecer. Recuerdo que llevé una rosa, que se asomó entre el bolsillo de mi abrigo y la lluvia la animaba a llegar a tu pecho, a continuar viva y a emitir su aroma, que por más esfuerzos que hacía tu no percibías. La coloqué despacio, lento, utilizando todo el tiempo del mundo, que al fin me daba cuenta que siempre estuvo ahí, en ese momento lo utilizé, y se dañaron nuestras manos apretadas, quise saber que sangre era la que perdía su rumbo o si estaba dichosa de que al fin escapaba... todo parecía bueno, todo maravillosamente perfecto, me asustaba un poco, pero emitías tanta paz que le tapé la boca a mis pensamientos absurdos, me quedé contigo un millón de momentos... ¿era uno de ellos el de llorar? Sabía que ahora sí podía hacerlo, que no importaban las miradas, porque ellos nunca nos dejarían en paz, y dejé der ser yo, para ser nosotros, aunque fuera a esa hora, en ese minuto, en las circunstancias mas difíciles, te digo; lloré como nunca antes por una persona que... que era como tú, y claro, único, no podría haber sido antes. ¡ y cuanta verdad pasó ante mi! Y cuantas respuestas aprecieron como un conjunto de los cuadernillos de preguntas que se guardaban en los cajones de los años, en un rincón de mi disimulada locura... recuerdo bien, que mis escritos adquirieron destino, antes de conocerte, antes de llorar por un ahogo y de llamarte a gritos, como siempre debió haber sido...
Me retiraron de allí, ellos, tu sabes, mi mano se arrastró por la tuya, la rosa calló a tu costado, me dijeron que ya era la hora de tu partida, que te dejara ir... sentí tanto peso sobre mis hombros, los demás me miraban con el doble de intriga, los entedí por un momento, pero no les aguanté que siguieran siendo kilómetros de nuestro último encuentro bajo el cielo... me abrí paso entre la gente, y llegué nuevamente hacia tí, te miré detenidamente, observandote bien, fotografiando con mi alma tu ser. Me acerqué, recuerdo que puse mis labios sobre los tuyos, mi respiración esta vez no se confundía con la tuya, y como siempre lo nuestro fue tibio... el primer y último beso ante el universo completo...
Después ellos cerraron la tapa de tu ataúd, recuerdo que era negro, cesó la lluvia, mermó mi llanto, me puse el gorro del abrigo negro, y recordé una melodía que me trajo tu calor, ellos me miraban antónitos, pero no me importó, tu partida definitiva, también fue la mía en el parque de la ironía, me marché a contruir mi olvido progresivo, ya estaba todo echo, tarde, pero echo...

Texto agregado el 31-03-2004, y leído por 289 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-06-2004 Muy bien escrito,pero muy triste y sentido. Lo siento y te felicito. Un saludo. SOL-O-LUNA
30-04-2004 Es un cuento muy hermoso, sobretodo para las personas que de algún modo han estado enamoradas. La muerte sí tiene importancia pues ella no sería nada sin nosotros. jennyan
10-04-2004 Tal vez si lees el cuento una vez más, encontrarás algo que no encaja con lo que ahora eres. Te cuento: le das mucha importancia a la muerte. No la muerte de ese "algo" "muerto", sino a LA MUERTE. Al igual que el sexo, cuando pasa, dejas de escribir una novela. Solo que la muerte se puede remediar. Hay muchos que se sienten así... léelo una vez mas y, si quieres, me cuentas que pasó tapicu
 
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