Invadido en mis sueños grises azulados, por la más extraña criatura en la santa creación de la demencia, infame es la vista de esta criatura, también lo es su aroma que impregna el ambiente rápidamente con ese olor tan característico; y no por eso menos horrible. Me ha hablado en su inarticulado idioma, que a pesar de no conocerlo a taladrado en mi mente, sus ojos me llevan a observar otros tiempos, creando cimientos en las profundidades de mi alma, donde mi pasado y presente se cruzan en una marcha inconsciente que no lleva a nada, violando toda extraña sátira de mi propio yo, irrumpiendo en el santuario abandonado de mi inspiración, embebido en las palabras grabadas con fuego en sus paredes ,poco a poco se vacía el recipiente de mi mente y me veo exiliado al último lugar proyectado en mis recuerdos, donde los salmos recorren los vientos, y traído aquí a la luz del crepúsculo, arrodillado en las faldas de la montaña de la diosa ira, me adentro poco a poco en el lago donde descansa la olvidada María, ella me espera y me mira inmóvil, en mi mano la daga que pondrá fin a su vida, pero ella permanece inmutable en su hermosura, a pesar de este hecho le clavo la daga en el pecho y con su último suspiro me dice aquellas palabras al oído, por las que aun me siento perseguido y su cuerpo ensangrentado que poco a poco se hunde en el lago torna el ambiente salobre. Es entonces que miro mi reflejo en el lago, tan solo para ver a aquella criatura infame, cuya sola presencia es profana, portando la daga en su mano derecha y en su infame rostro una sonrisa estrecha, aquel rostro que ahora es mi rostro, aquel idioma que ahora es mi idioma se oye en los salmodicos vientos mientras me hundo en mi propia laguna de demencia. |