“La quería con ternura y medida; si alguna vez llegara a odiarla, la odiaría con justicia y prudencia...” ( María Luisa Bombal)




Habían diseñado una amalgama “perfecta” con la vida. Así lo demostraban en cada despertar ante esas miradas gelatinosas que tejían escasos silogismos de pasión, bajo una ternura compasiva. Ella ansiaba más. Frente al espejo, el retorno de una piel áspera y rugosa la desafiaba a ser otra. Sin dudas, la felicidad se había fugado repentinamente de esa vida, donde todo tenía un dejo de amargura. Hasta que decidió sustraerse en la sala de lectura contigua al cuarto...
Allí el tiempo transcurría calmo; a veces una ola de dolor cubría ese entusiasmo; otras, sólo el encanto persistía. Sin embargo las horas de él sólo se remontaban al pasado, donde una mujer sumisa y complaciente siempre lo aguardaba.
La convivencia continuó aún más dispar entre odios y parámetros que él consideraba justos. Sin dudas, tampoco concordaban en la acepción que las palabras tienen...

Ana Cecilia. ©