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[En recuerdo de Nizar Qabbani.]


Es cosa de sentarse a hacer cualquier cosa, leer, platicar con algún amigo, o simplemente tomar café y tener un poco de suerte.
El calor del día se va haciendo frío húmedo en la tarde-noche, parece que en cualquier momento se va a soltar el chubasco.
Asunto de esperar a que llegue y finalmente se dé cuenta que lo estoy esperando, como hace una semana, como hace dos.
Jugar a las posibilidades absurdas, a que el mundo se hace pequeño o grande según circunstancias fuera de nuestro entendimiento, pero que como sea, uno puede intentar hacer algo, dar bastonazos de ciego tal vez, pero tener el bastón en la mano en lugar de echarse a dormir.
Y porqué no ir y decirle cualquier cosa, así como no queriendo y tragarse la vergüenza estúpida de no saber que hacer ni que decir, aunque tenga que oír una y otra vez después la vocecilla molesta de haber hecho una tontería a la hora de la hora y no tener cara…
Pero de cualquier forma si no se ha enterado que estoy aquí, que no soy parte de la decoración de este lugar, si no me conoce y tal vez nunca regrese, y luego como de costumbre el horrible "hubiera".
Ahí esta.
Otra vez con esa cara de distraído, cargando ese abrigo ni verde ni negro que nada más le sirve para guardar el periódico que rara vez lee más de diez minutos y por supuesto, los cerillos.
Express o capuchino, según se decida a última hora, la cuestión es no salirse de las mismas opciones seguras. Y yo no he de tener facha de alternativa sin riesgo y mucho menos de riesgo sin alternativa.
Se va dejando la barba como por concesión, como si hubiera decidido rebelarse por tres días seguidos a la rutina de afeitarse, pero solo por tres o cuatro días. Hacerse el duro un poquito, y seguro le lleva más tiempo estársela recortando para que se vea así.
Sin atención tomó el azúcar frente a mí, disolvió en el pequeño vaso dos cubos y sin él saberlo me fui empapando de su café hasta deshacerme y perderme en la espuma que toca la boca y que se queda por un instante en el borde de sus labios.
Una vez más sin siquiera descubrirme, sin enterarse de cómo tiemblo y me hundo, deposita el dinero exacto y calculado desde antes, hace un gesto al encargado y como con prisa de atender algo importante se pierde en el ir y venir de ruido y de gente allá afuera dejando sin leer el periódico, y sin leer mi soledad de él.

Texto agregado el 07-12-2007, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


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