Parecía más una mandarina desgajada
que el reflejo atónito de sus heridas
robando margaritas y medicina de patente.
Entre gloriosos escombros de soledad
movía su espectro con la dulce cacofonía
de soñadoras mitomanías,
con los monstruos de bisutería
y amorfas cascadas de celofán.
Después de que las lenguas viscosas
de los flácidos deseos
interactuaban entre ellas,
hurgaba en el sentido de la culpa…
y resultaba ileso.
En sueños todo era tranquilo.
En la realidad sus ojos se secaban.
Destacado en compras desdichadas,
sacrificaba los inquilinos de su razón,
llamados integridad.
Y ya no le importa,
pues las cumbres ásperas,
a las que va de vacaciones una vez por minuto,
estaban nevadas
y el frió freía el miedo.
Yo le admiro.
¿Por qué no?
Sin sonidos aplaudo,
Y mato sus soledades como
moscas de su mierda.
Texto agregado el 07-12-2007, y leído por 97
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Lectores Opinan
29-02-2008
lo mismo del anterior. zarabanda
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