La tarde se avecina.
El color del cielo
cambia de azul blanco,
a azul intenso.
El mar de verde esmeralda
a sosegado negro.
El cielo, llega al más bello rojo
en amarillo de fuego.
Donde el sol
aún muestra su poder de vida.
Las aves marinas
pasan en sus bandadas,
a recogerse a sus perchas
en los cerros.
El mar fuerte y bravío
no ceja en su milenario desafío
de ganarle a la tierra
espacio y terreno.
Y la madre tierra no se rinde.
Se afirma con empeño.

Ya la tarde ha cedido
al crepúsculo marino.
El sol ha descendido
y es una línea roja en el horizonte.
La belleza de la naturaleza se manifiesta.
Las nubes se han tenido de cielo
El mar de verde a azul
y de azul a negro
Ya no hay aves
que griten sus deseos.
Se calman los espíritus.
La luna asoma su belleza
Venus marca el lugar
de amor en el cielo.
Todo se paraliza
para la belleza del momento
Las olas se achican;
se suavizan, se adormecen

Contemplo ese momento
que se da cuando todo
está en paz en la orilla del mar.
El cielo y la luna
se siente como un suave acunar.
Una canción de cuna
Y en la cresta de las olas un rayo verde luminoso,
las recorre con fosforescencia por unos segundos.

Son las noctilucas,
seres diminutos de este líquido elemento.
Que en noches de pacífico caminar,
he hecho mías, pues me transportan
a bellos momentos de infancias lejanas,
bañados por los mares y sus noctilucas

Nomade