Yo, mujer de blancas manos y largas uñas rojas (es todo lo que se ve de mi, hasta el hombro desnudo, pero se que soy yo, aunque no se quien tomo la foto, ni cuando, ni si esto ha sucedido) en la acción de estrellar una copa de vino tinto contra una pared blanca. Después de la foto, los pedazos de la copa hecha añicos pueden haber caído inertes en la alfombra. Pero bien pueden haberse reconstituido de nuevo en una copa o el algo aun más siniestro. Quien sabe.

Cierto desierto desierto. Entre médanos y hondonadas, una cabina de teléfono público. Suena. Nadie responderá.

Bagdad. 12: 17 PM. Un nuevo bombardeo salpica la ciudad (imagen tristemente celebre y conocida). En una casa pobre, una niña de 7 años, al oír que se acercan los soldados, corre desesperada a la ventana de su casa para salvar una única y hermosísima flor blanca que reposa indiferente en una maseta.

Un pasillo estrecho y oscuro, en un edificio viejo. Múltiples manchas de humedad. Al fondo, una única puerta cerrada. Y a sus pies, la última carta de alguien que se fue hace ya dos horas.

Un espejo de forma oval y marco rococó. Reflejado en el, alguien que llora desesperadamente. Su cara no se ve. Esta cubierta casi por completo por una cámara de fotos. Por el lado izquierdo del espejo, se ve observar la escena a una mujer. En sus blancas manos de largas uñas rojas, sostiene un arma que apunta directo al espejo.

MarMaga (alias Marianela Daraio)