El despertar se me hace confuso, mezclando los sueños con la realidad. Viendo cosas que no son y que añoraríamos que fuesen. Abro los ojos y todo es agradable. Inmediatamente se carga mi conciencia de recuerdos y ya estoy apto para iniciar el día y escribir ese cuento pendiente que va a describir mejor mí forma de envejecer. Es de vida o muerte. No puede fallar nada. Tendré que confiar en mis instintos, porque definitivamente perdí las habilidades.

…

No era cierto, no estaba tan apto. El entorno me empuja a imitar su locura y me cuesta salir de enmedio. No quiero estar ni triste ni nervioso, son dos extremos que en realidad no lo son. Son sensaciones que no extraño. La vida es diferente, nos estamos perdiendo lo urgente. La vida transcurre y no nos estamos percatando de ello. Creo que mejor hoy voy a buscar algo, es costumbre pero no se me ocurren otros caminos, no soy bueno para pensar, porque cuando lo hago me extravío, así que mantengo una especie de letargo ocioso donde evito a toda costa la meditación o lo que concluya en tener que utilizar más de un segundo la materia grasa gris. A veces un segundo es demasiado tiempo para la habilidad neuronal que todos portamos.

Es una pena, por esta bendita costumbre de no pensar, olvidé el mejor argumento que tenía. El mejor cuento tendrá que esperar un nuevo despertar agradable. Sé que será pronto, lo siento.