La revancha del doctor K
Ya estaba listo el pabellón de urgencias, la arsenalera dispuesta, el anestesiólogo preparado, las enfermeras en posición y el paciente a la espera, solo faltaba el doctor K, que se encontraba en la habitación continua lavándose las manos afanosamente. Se notaba nervioso, no quería dejar de frotarse las manos y a penas se diluía el jabón, echaba una nueva porción y volvía a refregar. Sus pensamientos volaban a toda prisa y caían sin control al vacío ondulante de sus recuerdos, cada vez frotaba más fuerte, con rabia contenida, intentando reprimir absurdamente su sentir, su temor a las consecuencias y su odio inmenso; estaba decidido y ya no echaría pie atrás.
- ¿Todo bien? – preguntó el anestesiólogo asomándose a la habitación de los lavamanos.
- Si claro, todo bien, estoy terminando - contestó el doctor sin devolver la mirada.
- El paciente está listo, ya controlamos la hemorragia y se encuentra conciente, pero con mucho dolor.
- Bien – se limitó a responder el doctor mientras se abrochaba el barbijo al cuello de tal forma que su rostro quedó completamente descubierto.
En el quirófano, el paciente se quejaba rítmicamente y pedía de mala forma que le pusieran calmantes o que se apurase el doctor, cuando este apareció rampante, tal como entra un torero al ruedo. Al instante el paciente cesó abruptamente sus quejas y contemplo la imponente figura que se le acercaba, el anestesiólogo se puso tras la cabecera y alistándose tomo la mascarilla con su mano izquierda y quedó presto a la orden, el doctor se acercó más de lo común al rostro del paciente y dijo secamente – veamos lo que tenemos aquí, qué cosas ¿no?, aplique la anestesia por favor– ordenó sin mirar a su colega y fijando intensamente su vista en los ya adormilados ojos del amante de su mujer, procedió con el barbijo a cubrir su rostro.
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