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El Gallo

Parte Siete - La Primer Campana


Tibio entró corriendo, comenzaba a caer la noche en el bosque y en la ciudad y era hora del cambio de guardia.

-¡Viene una patrulla, viene una patrulla!- gritó cuando llegó a la segunda planta del viejo edificio. Todos salieron de sus cuartos a medio vestir, algunos bostezando y otros angustiados. Kuroq, aún en cueros, pero más despabilado que los demás dio orden a Ponto y Pato de apostarse en las ventanas del ático con las ballestas y a los demás de buscarse sus lugares en la planta baja con sus armas listas. Tibio fue el primero en enlistarse, su puesto habitual era una gran repisa ubicada sobre la puerta principal, para poder atacar por la retaguardia, Carmón se agazapó en la escalera que baja al sótano, encapuchado de negro nadie alcanzaría a verlo ni aún a pesar de su gran porte. El Gallo se ubicó tras el largo mostrador, su altura y velocidad le ayudarían a asestar un golpe en cualquier extremo del salón sin que nadie percibiera sus movimientos. Kuroq, con mucha tranquilidad, terminó de vestirse, se colocó su capa y capucha, desenvainó su espada, se sentó a la mesa principal de la sala, su perfil izquierdo quedaba a la vista desde la puerta, colocó su arma junto a su pierna derecha.

Bebió de un jarro que estaba en la mesa, fue un trago largo, bajó su brazo cuando escuchó un chistar de ave que provenía del techo. Se colocó su capucha, y apoyó su mano derecha sobre el mango de la espada y la izquierda en el cinturón. Llevaba un par de guantes de cuero negro con incrustaciones de plata, seguramente de algún rico funcionario real, que ahora se lamenta no haber cabalgado con su guardia personal aquel día. Unos ruidos apenas perceptibles comenzaron a escucharse afuera de la posada abandonada. Luego unas voces, suaves y quejosas.

-Jefe, no tenemos que venir a estas horas...- dijo una voz más bien aguda.

-Sí jefe, no es inteligente, seremos cinco pero los espíritus...- comenzó a decir una voz ronca pero fue interrumpida por un chistar seguido de un reto.

-Cáiese la boca, Herme’, o también quiere decirle a lo maleante que arma traemo- todos dentro reconocieron la inconfundible dicción del Jefe de la Guardia, Fuentez y más de uno sonrió. Llevaban tiempo haciéndolo rabiar con los atracos, se aprovechaban de su inocencia y hasta se divertían asustándolo. Pero el problema grave era Hermes, el hijo de herrero, hábil con los mandobles y de gran fortaleza. Esta tendría que ser una jugada estratégica. El chirrido de la puerta terminó con los pensamientos de todos. En el pórtico Fuentez esgrimía un sable y una antorcha. Pasó la antorcha dos veces antes de percibir al hombre de negro sentado. Se pasmó al instante. Unos sonidos ululantes comenzaron a subir desde la puerta del sótano, un crujir de los muebles de la barra y un pájaro siniestro gritaba desde las alturas. Uno de los hombres empujó al jefe para ver que pasaba, Fuentez dio un paso involuntario hacia el centro de la sala. Tibio lanzó una vasija de cerámica contra el piso y el Gallo hizo rodar una botella por el mostrador. Los soldados estupefactos, unos por las ventanas cambiaron la vista hacia la botella. Cuando se estrelló contra el piso, una ráfaga de viento rozó la cara de Fuentez, un cuchillo se clavó en el marco de la puerta. Dos hombres que oteaban desde afuera salieron corriendo dando gritos, Hermes tiritaba escondido tras la ventana y Fuentez y su segundo no se despegaban del piso, paralizados por el miedo. Kuroq se levantó lentamente, sin mostrar todavía su arma y sin voltear a mirarlos, sacó una voz de ultratumba.

-...¿Quién agita mis dominios?...- levantó su mano izquierda y el resplandor de las incrustaciones del guante le dieron aún más místico a sus palabras.

El jefe balbuceó unas palabras y un grito agudo y aterrador subió desde el sótano. Una figura oscura y enorme saltó por la puerta y comenzó a brincar de un lado a otro dando aullidos. El segundo al mando se arrodilló, juntó ambas manos en señal de plegaria, se las apoyó en la frente y empezó a llorar. Este movimiento inesperado hizo que Tibio se lanzara sobre el Jefe dándole un culatazo de espada en la cabeza. Kuroq arremetió contra el segundo dejándolo fuera de combate con una patada. El Gallo saltó de su escondite para ayudar, pero no fue necesario, el mayor de los problemas estaba desmayado bajo la ventana. Llevaron a los tres hombres y los tiraron sobre el camino no sin antes dejarles señales del mal, cruces rotas, esqueletos de animales y otras señales.

-Esta estuvo cerca, Carmón qué mierda te pasó, ensayamos esto antes, qué fue esa locura- Kuroq reprendía al robusto hombre tirado en el suelo.

-Una rata me mordió el tobillo- dijo apenado mientras se sobaba la zona lacerada. Esa noche rieron un rato pero tuvieron una reunión importante, escaseaban los víveres, la Guardia estaba en todas las casa ricas y en los comercios y ya no eran tan burlables como antes. Muchos de los reclutas eran violentos hasta con los ciudadanos.

-Ésta ha sido una noche con suerte, la próxima no sé si podremos repetirlo. En cuanto el alcalde se entere de que ha fracasado esta misión mandará más hombres- Kuroq estaba de pie y hablaba en voz grave. El Gallo lo miraba con una especie de extrañamiento y admiración, desde su unión al grupo no le encontraba un parecido con nadie que conociera, sino a fragmentos de muchos visitantes de su pueblo natal. El cabello oscuro y largo le recordaban a un mendigo que vivió un tiempo en la capilla del convento, la barba rala y el mentón pronunciado a un venido de las montañas del este y el cuerpo desgarbado pero atlético al marinero moreno del Siren, el que más atención le prestaba cuando relataba sobre las damas castas. Era un hombre hábil con la espada pero nada que los maravillara, de hecho el más diestro con los filos era Tibio, su agilidad y precisión con la espada corta y el puñal le daban una reacción mortal. Pero la característica del grupo no era matar, sino más bien robar sin ser reconocidos para después poder inmiscuirse entre los pobladores y abastecerse.

Texto agregado el 05-12-2007, y leído por 382 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-04-2008 FELICIDADES, MUCHAS FELIDADES, TIENE UNA BUENA OBRA, ERE BUENO AMIGO MUY BUENO. EDDYGRULLON
 
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