El Gallo
Parte 5 - El Primer Paso
Al otro lado de la ciudad, llegando al mediodía, Gurián, hijo del posadero del puerto, prendía en el suelo una fogata, para cocinar el almuerzo. La posada estaba repleta, un barco partía hacia la ciudad del Rey y comensales de todas partes se reunieron en el comedor. El plato era una delicadeza del lugar, Vacuno a las Brasas, y no era cualquier animal, sino uno comprado al mayor ganadero de la zona, Don Balio Rosen, también Alcalde de la ciudad, quién estaría presente para la comida. Cuando el fuego consumió la leña, Gurián esparció las brasas sobre un mantillo de hierro puesto sobre dos maderos, dibujó con ellas un gran círculo, y colocó una enorme rejilla con cuatro patas sobre el círculo. Con lo que quedaba de brasas inició otra fogata, más abultada pero menos intensa.
Alrededor de ella clavó cuatro enormes estacas, tan inclinadas que en el extremo más alto se juntaban las cuatro. Los cortes más delicados y las menudencias del animal fueron colocados en la gran reja, mientras que los cortes más grandes y los costillares se colocaron en las estacas. Fue un banquete espectacular lleno de carcajadas y alegrías, tanto para los comensales quienes degustaron el plato de la casa junto con vino fino traído de las montañas, tanto para el posadero, el viejo Hernando que disfrutaba de los precios inflados para la ocasión. Pero no lo fue para Gurián. El muchacho tenía planes para después del banquete. Se había enterado de boca de uno de los escoltas reales que el Duque iba a formar un pequeño ejército y sería capitaneado por Ruño de Uriz, el mítico héroe de los ejércitos del Rey, que ahora andaba por estas tierras descansando y eligiendo su premio. Y el final del banquete sería ideal para hablar con el alcalde, convidándolo a degustar un añejo vino que el padre guardaba para las celebridades, en una bodega escondida en el sótano.
La comida finalizó y el muchacho se acercó por detrás del funcionario y al retirar el plato le musitó algo al oído. El gordo hombre se excusó y fue en dirección al baño. En el patio y aún caminando habló en voz alta,
-Más vale que no sea una tontera niño, porque no quiero perder el postre, mi mujer ya no cocina manzanas al almíbar y es una delicadeza de tu madre...-, una mano le tomó del brazo y lo trajo por detrás de la pared del establo. Gurián tiró de una cadena escondida por la tierra, y de un montículo arenoso surgieron unas puertas al suelo.
-Ahh muchacho, que delicia... muy buena cosecha... pero esto seguro te traerá problemas con tu padre...- dijo el funcionario, colorado por la ingesta y el exigido esfuerzo de bajar por la escalerilla.
- Usted no se preocupe yo...- comenzó a decir el muchacho y el alcalde le impidió seguir hablando.
- Hijo, estaré bebido pero no ido... qué quieres de mí...-
-Un puesto en la Guardia, quiero salir de aquí, quiero recorrer el mundo, quiero hacer carrera y algún día llegar a general.- Gurián estaba arrebatado, levantaba los brazos al hablar y respiraba sonoramente. El alcalde lanzó una risita.
-Tranquilo hijo, cuenta conmigo, pero no debes ir tan deprisa, yo me encargaré de que llegues lejos...- apoyó una mano en el hombro del muchacho y empinó la botella una vez más.
-Pero tendrás que regalarme esta botella, jeje- su cara ya estaba desfigurada.
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