El ladrón
No me acuerdo exactamente la fecha, pero tuvo que haber sido en invierno de este año 07, pero si me acuerdo de la hora cerca de las 5 de la tarde, además era un día lluvioso. Yo estaba recostada en mi cama, cuando de pronto me vino la idea de hacerme un te ya que hacía frío y quise calentarme por dentro. En realidad en aquel entonces creí que la idea de hacerme uno era mía, pero al pensar en todo lo que sucedió y que podría haber sucedido, pienso que no me vino a mí la idea del te, sino que me fue enviada para ir a la cocina en ese instante. La cocina con cuatro hornallas que tengo en ella, está pegada a una pared de la cual sale una puerta de hierro con ventanas hasta la mitad. Esa puerta da a un patio donde hay un árbol de tilo que naturalmente estaba sin hojas, así pude ver una gran parte del mismo. Estaba parada esperando que el agua hirviera, miro para afuera y veo caminar con paso firme a un hombre joven desconocido para mí, que tenía puesto un traje de lluvia verde oscuro con la capucha puesta. Sin titubear abro la puerta y le pregunto ¿Y usted que hace aquí?
Quiero aclarar que no soy una mujer valiente, además no tengo fuerza física como para lidiar con un hombre joven. Pero en ese instante ningún otro pensamiento cruzó por mi mente, sino el que hacía un desconocido en mi patio y que iba derechito al portón. El hombre cuando me oyó y vio, tampoco dio signos de tener miedo. Bien eso puede explicarse que vio cerca de él a una mujer canosa entrada en años, y que suponía que de ahí no había peligro.
Detuvo su marcha y me dijo que fue perseguido por dos hombres y escapando trepó atrás sobre mi muro y siguió adelante para salir. Le dije que esperara que iba a traer las llaves. Me di vuelta y entré por la cocina a buscarlas. El hombre no sabía si yo vivía sola o si dentro de la casa había gente que yo podía alertar, pero parece que eso tampoco le preocupó, pues minuto después que yo salí él estaba de cuclillas atando uno de sus zapatos, como si fuera una cosa normal cuando se está en una casa desconocida ponerse en desventaja estando cerca del piso. Le abrí el portón, salió, camino los pocos metros hasta la calle, miró hacia ambos lados y desapareció de mi vista. En ningún momento, ni cuando lo vi ni mientras tuvimos el corto diálogo, ni después que todo pasó, sentí temor.
Pero me puse a pensar. El hombre iba derecho al portón, el cual no hubiese podido escalar, porque justo donde termina arriba hay un techo de unos cinco metro de largo hacia adentro del patio de maderos que sostienen las ramas de varios grosores que se entrecruzan formando un muro impenetrable, de cuatro plantas de glicinas. Y ese sigue unos sesenta centímetros del portón hacia fuera. Así que por ahí tenía obstaculizada la salida. Al costado del portón tengo azaleas en una larga fila, y detrás de ellas un tejido de alambre de un metro ochenta de altura. Del ahí hasta el comienzo nuevamente de las ramas de las glicinas hay un espacio libre de unos cincuenta a sesenta centímetros. Por ahí podía haber hecho el esfuerzo de salir, rompiendo lógicamente las plantas, agarrándose del alambre que le iba a lastimar las manos, y trepando por ahí para terminar en el frente de un jardín vecino. De ahí tenía que trepar otro portón que aunque alto, estaba libre de plantas para recién entonces llegar a la calle. Al ver todo ese panorama y lo dificultoso que hubiera sido escapar, quizás hubiera preferido entrar a mi casa, y forzar con un arma, que me imagino tenía, pero que en ningún momento mostró, que se le abriese el portón de salida. Pero como yo lo vi, todo se le facilitó al dejarlo salir.
Veinte minutos más tarde, llamo a mis perras, para que salieran al fondo hacer sus necesidades, antes de llevarlas al baño de visitas que es su dormitorio.
Cuando salgo con las perras, miro hacia la calle y veo venir y parar delante de mi casa un patrullero con dos policías adentro. Miraron, pero como no vieron nada sospechoso siguieron lentamente en busca de ese hombre, que no me mintió al decir que fue perseguido por dos hombres. Los que no aclaró fue que esos dos eran policías.
Lo raro también es, que durante todos esos minutos que estuve con ese hombre, ninguna de mis perras salió a ladrar. Eso hubiera complicado el asunto, ya que Mandy que es una cruza entre una dálmata (la madre) y un pointer (el padre) es una perra algo más que mediana, que da miedo a personas que no la conocen. Y justamente es Mandy que está alerta y ladra a todo lo que se mueve. Pero no salió en ningún momento.
Fue un encuentro muy raro eso del ladrón (me imagino que los policías lo encontraron con las manos en la masa y el logró escapar) y yo. Los dos estuvimos seguros que el otro no iba dañar. De donde vino esa seguridad, no lo se. Cuando se lo conté a una persona amiga, él me dijo que probablemente el Karma de nosotros dos, no fue antagónico. Por lo tanto nada sucedió.
Una vez que los perros estaban adentro, cerré la puerta de la cocina que no tiene llave y puse la alarma afuera, que siempre activo cuando me retiro a descansar de noche.
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