La paciencia tiene un límite,
Un ocaso, perece como perecemos los seres humanos.
La caducidad la marcamos nosotros mismos, aunque realmente ni nos demos cuenta,
La mía ya no anda ni a cuatro ni a dos patas, ahora vagabundea a tres, como si del enigma de la esfinge se tratase.
Es una sombra de lo que legó a ser,
Como sombra seré de mi mismo cuando ella desaparezca.
Texto agregado el 04-12-2007, y leído por 148
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