El loco Adolfo tenía buenas intenciones, mejorar la raza humana, lástima que equivocó de premisa. El tipo se dedicó a eliminar judíos, gallegos, polacos, gitanos y cuanta cosa, a su juicio imperfecta, cruzaba por su afiebrada cabecita.
Su afán, muy loable por cierto, fué dejar sobre la faz de la tierra solo a los mejores ejemplares de esos bichos que acostumbramos llamar humanos.
Las tres patas del banquillo donde el enano mental sentó "su lucha" pueden resumirse en: a) Objetivos: sublimes a mi juicio, b) Acción: ingrata pero inevitable, y c) Premisa: totalmente equivocada.
Al fallar esta última pata, el amo del bigotito recortado se cayó de "bruces", y el paraiso terrenal por él imaginado, se dió de culo contra el suelo. El fulano no entendió que si metemos a cualquier raza (incluida la suya, estimado lector) en la campana de Gauss, encontraremos una gran mayoría de "gente del montón" en el centro, un extremo de "excelencia" y, al otro extremo, la imperfecta "gente de quinta". Este último grupo es, inequívocamente, el que degrada la raza humana.
Propongo retomar la idea primitiva y organizar una nueva "solución final", hitleriana también, pero firmemente sustentada en premisas verdaderas.
Vaya mi propuesta para comenzar a recorrer ese camino que nos abrirá las puertas de un mundo mejor, con un gran paso adelante.
Habrán notado ustedes esa "pasión" que domina a los pobres de mente, ese circo romano pleno de violencia, de corrupción, y de irracionalidad, que se ha dado en llamar espectáculos deportivos.
Asi es.
Usted adivinó!
Terminamos hablando específicamente del fútbol, ese lugar común que aglomera al malandraje del siglo veintiuno.
Existe ya la tecnología y el conocimiento en el uso de explosivos, que permitiría convertir en escombros esas moles satánicas, absolutamente mal llamadas estadios deportivos, sin siquiera dañar seriamente los edificios aledaños. Por supuesto, habría que lograrlo cuando estén atestados de vociferantes multitudes, soportando apenas algún efecto colateral no deseado, como podría ser la nube de de polvo, el ruido, la ruptura de cristales, etc. Pequeños inconvenientes que debiéramos padecer estoicamente en aras del bien común.
ergo, filósofo contemporáneo.
(Bajo la tutela de zepol)
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