... Se quedó allí, contemplándose frente al espejo, hundiéndose cada vez más en la tristeza que la embargaba desde hacía tanto tiempo. Las lágrimas le corrían por el rostro, luego caían a sus pies, que desde hace un tiempo eran raíces... había estado tanto tiempo allí... Tanto, que ya no lo recordaba.
- Eres la persona más estúpida, incapaz y desgraciada que conozco- Le gritaba la imagen en el espejo. Eres tan desgraciada, que no has querido ver el color de las flores, que es el mismo de la ternura y la alegría. Eres tan egoísta que no te has permitido ver la hermosura de un amanecer ni el delirio del ocaso. Eres tan huraña que no eres capaz de escuchar el canto del pajarillo que cada mañana se asoma a tu ventana y te invita a que salgas, porque te tiene una sorpresa: Afuera de tu cajita de cristal hay un mundo que está ansioso por conocerte. Hay gente, hay niños, hay sonidos, hay colores, hay sensaciones que se mueren de tedio esperando que les regales una sonrisa... se mueren de tristeza viendo cómo quieres matar la magia que hay en tus ojos... - ¡ No quiero volver a verte! - Repetía – No quiero saber nada más de ti: Ya no soporto que la Luna me reclame tu presencia cada noche y que el Sol no quiera verme porque quiere darte su luz sólo a ti... Y tú eres una ciega, pues no quieres ver nada de eso. No quieres quitarte ese manto negro que un día te cayó encima, ni sacudirte esa capa gris de ceniza... de la ceniza de tu pasado que un día fue y ya nunca será; No quieres hacerte la sorda frente a los estruendos del monstruo de mil cabezas que hace de carcelero afuera de tu cajita de cristal. –
Pero el día siguiente, en el mes y el año que todos los astros se alinearon para verla, ella amaneció sin aliento. Ese día, justo cuando se había decidido arrancar las raíces y no escuchar al monstruo y sus infernales sonidos, y quería salir a conocer al mundo, justo ese día, quien más la conocía decidió salir corriendo, pues no soportaba el abatimiento de la tristeza. Ese día, que sería el más feliz de todos, justo ese día, ella, la desgraciada, la huraña, la ciega, amaneció tirada en el suelo sin respiración, con el corazón paralizado en un latido eterno, sin el reflejo acompañándola desde el espejo... justo ese día amaneció sin esa vida que no quiso aprovechar y que aquella mañana se le escapó por la ventana para buscar un mejor amanecer.
|