Te acuerdas de esas búsquedas
entre laberintos de azucenas
azahares y rosaledas.
Cuando nuestros encuentros
brillaban y no había penas.
Nada ni nadie, no había ajena.

Al amor que nos teníamos
cantaba el sol
cantaban las estrellas
La luna era nuestra fiel compañera
de tantas y tantas alegrías.
Nada ni nadie, no había ajena

Nos prometimos vernos ese día
Sólo había el destello de amor
No habían celos ni penas
Sólo un encuentro de los dos
Una bella tarde en declinación
Nada ni nadie, no había ajena

Clavaron en tu puerta la maledicencia
Llenaron tu mente de mentiras y odios
Entró el temor. Murió la confianza
Se fue secando el sentimiento
Mil veces te rogué, que buscaras la verdad.
Pero ya no había caso. Entró la pena
Murió el amor
Entraron los nadie. Entró la ajena

Nomade..siguiendo su camino