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EL AULLIDO DE LOS PERROS
Los aullidos comenzaban, minutos más, minutos menos, después de las ocho de la noche.
Nadie sabía la causa. En el pueblo se reaccionó como en todas partes cuando no se sabe el origen de algo. Con supersticiones y murmuraciones.
-Algo horrible va a pasar-dijo doña Eduviges, perteneciente al grupo de Hijas de María.
- Una desgracia. Estoy segura-asintió Dalmira.
-¿Y sabés quién tiene la culpa?-bajó el tono de voz y dijo al oído de la amiga un nombre.
-¡No te puedo creer!
-Sí, se las da de mosquita muerta, pero anda con Zoilo, y todos sabemos que está casado.
-Mi abuela siempre dijo que los aullidos de los perros anuncian desgracias. Y estas ocurren por los pecados de los hombres- y Dalmira se hacía la señal de la cruz y miraba al cielo como pidiendo perdón.
Las Hijas de María, precedidas por Dalmira y Eduviges, acudieron al padre Juan para buscar una solución al problema de los aullidos, que ya era comentario de todo el pueblo.
El padre Juan había oído una noche aullar a los perros de la parroquia. Eran tres, de razas dispares, un caniche, un pastor alemán y uno que recogió de la calle y nadie sabía su pedigree. Los hizo callar con gritos y consiguió silencio por un rato. Al momento aullaban de nuevo.
No tenía idea de cuál era la causa de los aullidos. Pero no podía dejar a las mujeres sin una respuesta y se le ocurrió pedirles que oraran.
La iglesia se llenó de gente que iba a rezar para que callaran los perros. La petición se hizo en la misa.
Pero nada daba resultado. Los aullidos seguían a la misma hora casi todas las noches. La gente desesperada, se tapaba los oídos. Otros, tiraban agua a los perros que se callaban por unos momentos para volver a aullar en minutos. Gracias a Dios, el martirio sólo duraba más o menos una hora.
Un mes después de comenzar los aullidos, las mujeres se reunieron en la iglesia.
Cada una tenía una teoría sobre la causa del “castigo nocturno”.
Y así se dijo que la sobrina de la panadera andaba con un hombre casado, no, no podían asegurarlo, pero había indicios…
Otra aseguró que todo se debía a la codicia del juez nuevo, que era parcial en sus fallos. No faltó quien asegurara que alguien, “y no quiero decir el nombre” vende su cuerpo en el pueblo vecino.
El padre Juan, desesperado, consultó con el padre José, que vivía en Pozo Negro. Pero tampoco consiguió explicación alguna.
Después de un tiempo la situación se hizo insostenible.
Las “Hijas de María” exigieron soluciones.
El padre Juan las convocó en la iglesia.
-Es un castigo. Porque nos alejamos de Dios. Ya no somos agradecidos por todo lo que Él nos dio.
Miró a su auditorio que se bebía sus palabras. Siguió con más entusiasmo.
-El corazón de todos se ha endurecido. Ya no interesa Dios ni su casa.
Se oyeron algunas protestas acalladas por un ademán de manos del padre.
-Miren hacia arriba.
Todos alzaron la vista hacia el techo y vieron el cielo azul por un boquete que dejaba entrar la luz y algunos rayos de sol.
- ¿Cuánto tiempo pasó desde que vimos el techo en estas condiciones?
Un silencio culposo se extendió entre las mujeres. Doña Dalmira abortó un conato de protesta ante la mirada del padre y calló.
-Yo se los recordaré. Casi un año, pero nadie ha colaborado, las comisiones de ayuda Pro techo de la Iglesia han fallado. Y eso es sólo un ejemplo.

Se organizó una kermesse, se formó una Comisión de Ayuda al Techo de la Iglesia y se planearon cursos de catequesis para chicos y grandes.
Septiembre se anunciaba entre explosiones de colores en los jardines, perfumes de flores y un verde esperanza en el follaje.
La iglesia estaba llena de feligreses los domingos.
Ya nadie miraba los cuadros de los santos cuando pasaba la bolsita del diezmo ni ponían botones o tapitas de gaseosas en vez de monedas. Ahora ponían billetes grandes para colaborar.
Mucha gente que se había alejado de la iglesia, volvió a asistir a misa, se confesó, convencida que los aullidos sufridos por todo el pueblo, eran culpa suya, por algún pecado secreto que había cometido.
Otros lavaron su conciencia con colaboraciones. Y pronto la iglesia estaba espléndida con techo nuevo.
Las personas que se sentaban en los bancos centrales, ya no eran “bautizados” por la lluvia que entraba por el boquete del techo en los días lluviosos y tampoco recibieron la “gracia” de las palomas sobre la cabeza o el saco. Y ¡oh, milagro! después de dos meses en que se envidió a los sordos, los aullidos desaparecieron

Gustavo, el gerente de la fábrica del pueblo, era un viudo que no puso reparos en trabajar en Cielo Feliz.
Los ejecutivos se turnaban para vivir ahí, porque no les gustaba el clima, seco y caluroso.
Los años felices vividos con Lidia, su esposa, Joaquín y Carolina, sus hijos, quedaron lejos. Cuando los perdió a todos - en un accidente de aviación- pensó que enloquecería. El dolor de la ausencia era una herida llena de sal que no se cerraba nunca.
Cumpliría cincuenta años pronto. Se sentía vacío como bolsillo de jubilado a fin de mes. Sus únicos compañeros eran los libros, el canto y algunos amigos virtuales.
Pero un día cualquiera, algo cambió. Doris.
Fue una luz que le renovó las ganas de vivir.
La conoció en una sala de Chat. Y sintió que la soledad podría ser vencida.
.

Gustavo y Doris se encontraron en una confitería después de un tiempo de chateo. Él pensó que era más bonita que las fotos que había visto en el Messenger y ella se dijo que era más gordo de lo que se veía en la cámara.
Gustavo la visitaba los fines de semana y pronto se habló de matrimonio.
El amor no tiene edad, decían ambos- ella mucho menor que él- y se casaron.
La boda fue espléndida. Aunque a ella no le gustaba vivir en pueblos chicos, los primeros días no se quejó. Lo hizo después de un mes de la boda.
No le gustaba Cielo feliz porque se aburría ahí. Tampoco le gustaba el clima. Viajaba a su casa con cualquier excusa y él quedaba solo. Mitigaba su dolor entonando boleros tristes.
Gustavo hizo una llamada. Y tuvo pronto la prueba de lo que sospechaba.
El detective, experto en situaciones similares, tendió el sobre con las fotografías y calló.
Gustavo entregó el dinero convenido y acompañó al hombre hasta la puerta.
Doris no negó ni dijo nada. Preparó el equipaje y se marchó.
Gustavo pidió su traslado.
Ese lugar le recordaba los pocos días que fue feliz con Doris. Nunca se enteró sobre los aullidos de los perros, que terminaron cuando se mudó a la sucursal de Pozo Seco.

La casa nueva donde viviría era pequeña y cómoda. La pieza a prueba de ruidos que mandó preparar, estaba equipada y lista para usarla.
El equipo de sonido, la computadora, el micrófono y el karaoke.
Tomaba todos esos recaudos porque le encantaba cantar, era una terapia para él. Pero sabía que su voz sonaba horrible y carrasposa y se cuidaba mucho de que nadie lo oyera.
Cerca de las ocho de la noche, volvió a la práctica habitual. Cantar boleros con el micrófono durante una o dos horas.
Y los perros de Pozo Seco aullaron.

-Hola, ¿El padre Juan?
-Sí, con él.
-Soy el padre José.
-¿Cómo está, padre José?
-Mal, desesperado. Llegó a Pueblo Seco la plaga de los aullidos de los perros.
¿Cómo hago para acallarlos?
-Rezar, padre José, rezar.
.

Texto agregado el 02-12-2007, y leído por 1755 visitantes. (101 votos)


Lectores Opinan
19-08-2009 jajajaja estaba aburridísima y durmiéndome en mi trabajo y me dije:`hey, ¿por qué no lees alguna historia de la Doctora?` Good idea! Me despertó esta historia! En el salto de los nativos y creyentes del pueblo a Doris y el descantador de perros me dije: `¿¿Ah??` Sentí que el cambio de protagonistas fue rudo, pero sin dejar de interesarme jamás. Fue como empezar a leer otra historia, claro la magia de estas historias es el enredo que causas para luego desvendarnos los ojos. Por cierto las 5* te las doy (a parte de que la historia es riquísima) por reponder(me) al describir la mudanza a la nueva casa: `ajá, ¿y por qué los nativos no escuchaban los alaridos de Gustavo y los perros si?` `...la pieza a prueba de ruídos que mandó a preparar...` Cuidas todos los detalles! Gracias por despertarme esta tarde. Saludos. sway
19-09-2008 espectacular lutius_psycho
09-06-2008 me ha cautivado.5* jardinerodelasnubes
14-05-2008 Interesante narración doctora. Una conclusión inesperada y original. Mis estrellas y sigue escribiendo. aurelio
20-04-2008 Como la vida ... naiviv
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