Hace mucho que no veía amanecer por el occidente. Era cálido y casi molesto, pero en realidad me agradaba, pues los días de lluvia llegaron a fastidiarme.
Siempre que recorro ese camino hermoso por el que sueles ir, imagino que alguien detrás mío cuenta mis pasos andados; que mira mis caderas moverse con cierto coqueteo instantáneo; pienso que alguien intenta identificarme por la forma de mi cabello y grita mi nombre.
El sol iluminaba mi oscuro cabello, de tal manera que los visos rojos escondidos saltaban a la vista. Vestía muy informal y por primera vez descubría mis hombros para andar en la calle. Quizá el calor de esa tarde hacía que pensara en una forma mas cómoda de andar por entre las lejanas calles que en ocasiones se hacen mas cortas por las ganas de verte. Sólo hoy pude sonreír por mi plan casi perfecto, esos planes que sueles arruinar con tu sencilla forma de ser: impredecible. Pensé por un momento que enfrente de esos muros familiares me escondería del sol, que no dejaba escribir esas palabras que pedían a gritos ver tu sonrisa espontánea. Me senté apresurada por tomar un respiro luego de caminar durante varios minutos. Sin saber que quería decir en ese papel comencé a escribir, rápido, sin pensar, pues lo único que quería era que salieras por esa angosta puerta que me logra confundir, para dejar ese papel seguir reposando en mi agenda. Fue agradable ver como mi plan se iba desenvolviendo de mis pensamientos a hacerse realidad, convirtiéndose en la foto que quise tomar de tu rostro para no olvidar los pequeños detalles de tus gestos, silenciosos, tristes y conmovidos por tan extraña sorpresa. La intensidad del sol no bajaba, pero nosotros seguíamos ahí, como si no hubiese nada mas importante que sonrojarse a falta de un protector contra eso dañinos pero hermosos rayos. Me sentía cómoda aun con ese olor a gas que tanto repugno.
Sentí soledad al saber que volvías al lugar de donde tan urgido saliste. No entendí tus últimas palabras y no se si lo haré, pero tengo una frase en mi cabeza que no creo haber oído jamás. La guardaré como si fuesen la verdaderas palabras que salieron de tu esquiva boca.
Sentía inmensas ganas de desnudar mis lágrimas y derramarme entre el viento y de pronto sentir alguna gota de agua que apagara mi enrojecidas mejillas. Quizá no vuelva a sentir la brisa fría de los baldosines hasta llegar al lugar donde pudimos conocernos. No tengo miedo ahora de decirte que te quiero y no dejaré de hacerlo. Serás mi colega y mi amigo mas cercano, la parte LIBRE impregnada en mas de un escrito, en mis planes frustrados y en las fuertes frases que alguna vez escuche de ti.
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