Berlín…Es en Agosto…1996… - recuerdo aún la historia, fresca, como el rumor de la mañana que nos despierta cada día-.
El la conoció ahí.
Se encontraron en el albergue, y siendo dos desconocidos se cruzaron, con la mirada cargada de una banda expansiva de atracción.

En el lugar, había una fuente, sin agua y dos bancas de cemento.

Todavía no sabe en realidad que fue: Acaso sus ojos cristalinos de abundante color azul, o si acaso su figura femenina de ángel erótico que llameaba en deseo desde el vértice que alberga la vida… Da igual… De todas formas, fueron juntos por la noche al bar… Todos. Ellos y otros amigos.
Junto a unas copas se presentaban y se contaban historias,
Al frente por la barra, había Otra que fijamente los miraba. Sólo a ellos que secretamente se deseaban. Junto a un cigarro, llena de curiosidad, de sensualidad los observaba, secretamente, sin querer ser sorprendida. Silenciosamente excitada.
El, ya la había visto ahí apoyada sobre la barra. Y había visto sus ojos ya de cerca. Dorado sus cabellos, brillante sus labios. Desnudas sus piernas con un atrevido vestido que exhibía también partes seductoras de su pecho. También venía con todos… Y ambas eran amigas, y se conocían. Viajaban juntas Ella y la Otra.

Los tragos poco a poco hacían el instante inmenso, acercando sus cuerpos. A ratos se hablaban al oído -no porque no se escucharan… sino porque deseaban acercarse-. Sentir esa vibración que palpita desde la palabra dicha en silencio, desde el susurro que acerca sus labios, que la besa al oído. La distancia era un olvido entre ellos, al tener sus miradas tan cerca y sus manos tan juntas bajo la mesa. Y el deseo, era inevitable entre los dos.
Hasta que eligieron la hora de partir. Debían que llegar al albergue…. ¡¡¡Querían llegar al albergue!!!

En el camino de regreso, algo invisible nuevamente juntó sus manos… Y se abrazaron entre risas y rumores al oído. Acercando sus cuerpos, estrechando sus manos, cintura y pelvis, en un encuentro intimo. El mundo era entonces gigante para ellos dos. Era de ellos dos. Bajo un sauce se besaron airadamente porque no lo resistieron. Para El, ella era exquisita… para Ella, El constituía una figura erótica inembargable…

Apuraron el paso. Una vez en el albergue continuaron los besos; se sumaron caricias. Se detenían entre las puertas; bajo la escala; al costado de la máquina de bebidas… Sólo para besarse… para tocarse en una caricia recíproca en las que juntos se atrapaban, y se quemaban. Sus cuerpos comenzaban a arder en el hemisferio del placer. Sus ropas, que ciertamente perturbaban, tendrían que ser arrancadas para cuando el llamado de la piel fuese insostenible.
Y terminaron en una sala, abriendo la puerta a ciegas entre el profundo arrojo de un beso y el tenue tacto de una caricia atrevida entre las piernas de ella, sostenida junto a su cintura. Poco a poco, buscando la ruta que lleva al placer y que enciende los cuerpos en un instantáneo sin comienzo se arrojaron al amar

Ella llevaba unos jeans que afirmaba con un cinturón negro y una polera sin mangas que le colgaba de los hombros sigilosamente por dos pequeños tirantes. Ni sostenes ni interiores, sus pezones hacían evidente el deseo. Parte de su pecho al descubierto lo tentaban a El… su color a miel, su sabor a piel… El, vestía jeans y andaba camisa, manga corta de color a vino… . Ella no tardó en dejar su torso desnudo para besarlo; no tardo en arrebatarle los pantalones y seguir besándolo, hasta que El no resistió tampoco hacer lo mismo con ella… Como un juego transversal en que los extremos se encuentran y arremeten… Profundamente… profusamente…
Ya sin sus ropas, y arrojados sobre la alfombra de habitación, estaban por sobre todo límite. Penetrando la profundidad del cálido aroma de ella, ambos, sólo deseaban mantener esa conexión tanto como fuera posible, haciendo el amor… Pues sólo sería esa vez –y lo supieron para cuando entre la fuente vacía y las bancas de cemento se miraron por primera vez y ambos habían sentido eso mismo que sintieron en ese momento- A cada movimiento de sus cuerpos, un péndulo universal hacia estremecer sus cuerpos…
Acabaron ambos ahí, junto al arrebato del orgasmo que llega sin previo aviso. Ahí gritaron, se estremecieron, se agitaron…
De vuelta y camino a la habitación de Ella, entre besos y más caricias –porque cuando sabes que no habrá otra vez, lo único que vale es que dure ese entonces para siempre- se detenían, se provocaban… Terminaron así, cada vez mas cerca del amanecer, en el baño, casualmente, bajo el agua caliente, desnudos y completamente excitados, como pilares de latidos, como un estruendo remoto. Hasta que fue suficiente y quisieron reír. Conversaron después largo y prolongado. Ya eran las 5 de la mañana. Ella lo invito a su habitación.
Al entrar El ve que está en la habitación la Otra, aún despierta y leyendo… Quizás, los estaba esperando. Y aunque no dijo nada, no podía evitar las miradas.
El y Ella se recostaron sin poder dormir, pues el follaje de sus cuerpos aún los tentaba a tocarse, a besarse, mientras la Otra al costado los miraba, secretamente. En gesto que es de provocadora tentación. Le tienta una caricia, la cercanía; le tienta su secreto femenino que se inunda también. Ella, la llama y le pide que se acerque, que la bese. Le pide que lo bese a El también. Pero El entonces no sabe, no habla sueco. Y la ve acercarse; y sus piernas desnudas bajo el vestido atrevido. Y a Ella que le tiende la mano, mientras a El por el trasero lo acerca a ella, firmemente. La Otra viene y le toma la mano a El, y lo besa, profusamente… intrépidamente con un movimiento secreto. El no se había imaginado algo así, nunca antes…
Los tres en la misma cama comienzan un juego de graves arquitecturas. Ellas se besan… poco a poco se van quitando la ropa. Dejando al descubierto sus cuerpos. Juntas se quitan de encima la atrevida lencería que llevan. Le piden a El que las mire, que les toque sus pechos, que se acerque, entre sus piernas inundadas por el placer de tenerlo en su dominio…
El siente como en sus esquinas se asoman ríos de otras lunas. Y se excita. Y las toca y las besa. Por todo el cuerpo va dejando sus huellas. Ellas se aman, se provocan. Conocen tan bien cada uno de sus espacios, y le piden a El que observe, que entienda. Desean que El las toque mas tarde, para cuando ellas quieran arremeter contra su desnudo cuerpo y deseen sentir lo profundo de su sexo. Lo miran y lo tocan. El no lo duda y toma atención. Enciende unas velas, y ve sus figuras divinas… estruendosas… sigilosas en la noche…Las sombras en las paredes encienden la temperatura que asciende en sus cuerpos. El se acerca y descansa sus labios entre las piernas de Ella, como si quisiera beber desde el fondo de su alma. La otra le acaricia los pezones mientras la mira más adentro, a través de esa frontera que se alberga en los ojos, en la mirada. Ella asciende y desciende por el cuerpo de la Otra… Es un sabroso gusto a amanecer…Se pierden cada una en los ojos de ellas mismas. Con sus manos se queman… arden las manos como el infierno en un deseo; arden los cuerpos hasta reventar entre columnas pendulares que ascienden y descienden en un continuo superlativo… Luego lo miran a él, que las ha estado acariciando y besando, que las penetró como la piedra penetra en el estanque, a una y a otra, lejos de mantener el orden, con fervor, sin escatimar… Ellas lo acercan sobre sus pechos. Son tres cuerpos que fluyen por la noche que se hace madrugada, que recibe la mañana…Y se bañan en ríos de latido. El grita, se agita, se estremece. Ella grita, se agita, se estremece. La Otra grita, se agita, se estremece. Se abrazan, y se besan, y vuelven a dormir… juntos, tal como todo empezó…