Hay lugares que definitivamente evocan, remiten, recuerdan, provocan; he vuelto al sitio desde donde hace ya tanto que casi no lo recuerdo, escribí noche tras noche, letra tras letra, dolor tras dolor. He vuelto a esa ventana que me recuerda tantas cosas, y me han vuelto las ganas de contar algo de nuevo.

He caminado, desorientado y absorto desvalido a través de los rostros congestionados de algunos seres que se me asemejaban, pero en el exterior eran yo mismo; he visto y hecho cosas que no me definirían por completo, pero ahora me conforman y me han vuelto parte de lo que sé que soy.

Suena un motor en la calle como antes de todo esto, pero sé que no es el mismo, son esas cosas que nuca vuelven porque cuando uno las deja marchar, les da muerte del todo, aún con una despedida interminable. Ya no hay visitas ni comentarios que den vuelta atrás lo ocurrido ni ganas de regresar, pero siguen algunos de esos recuerdos... Es todo.

Me pregunté muchas veces cómo obtener la felicidad, y sin darme cuenta al volver a casa, me he percatado de que hacer este tipo de cosas es lo que definitivamente nunca debí dejar, porque por más que me lo pregunto, no logro responder cómo encontrar la felicidad si no es haciendo lo que a uno tanto gusta. Por eso he vuelto, por el momento, hasta que el trabajo me abstraiga de nuevo y me aleje de este lugar, y acaso escriba desde lejos, cuando nunca debí marchar.