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Inicio / Cuenteros Locales / divadelasflores / Lucidez y rasgo.

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Puedo olerte, saberte; conocerte infinito.
Dulce bocado para el espíritu aberrante.

Así puedo ser: enloquecida, amarga;
tañida con furia por los demonios atroces
de la más humana existencia: la mía.
Avanzada de peces por ríos de cieno y sangre.

El faro, no es más el faro, sino un ojo,
un ojo atento y vacuo, sin luz, sin mar,
sin nada para alumbrar, hueca torre: solitaria.

Qué mar o que cielo, qué barco, qué puerto;
es la nada la que queda y quedada está
pagada de sí, orgullosa de su existencia negada.

Es verdad, soy quien nada es y sin embargo...

Puedo olerte, saberte, conocerte infinito.

-En la más pretendida oscuridad- concedes
con tu gesto aquello a lo que el hombre
ha dado por nombre “lo bueno”.

Y es aquí que me salvo efímeramente,
para mirarme con el rayo de frente sin cegarme,
para besarme con la nube que luego se derrama.

Para escaparme del frío rutinario y ocupar
el mismo espacio, que el atemperado cuerpo
por el que se descuelga la idea y el deseo.

Y es -de la corona de donde nace tu pelo-
de donde el dedo parte para recorrer
el pequeño páramo de la lucidez y el rasgo.

Texto agregado el 01-12-2007, y leído por 250 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
15-09-2008 das miedo eres inteligente y guapa. ErnestVLuna
06-01-2008 Excelente. Nunca te había leído y me alegro de hacerlo. Tu texto refleja un espíritu profundo, introspectivo y preciso. Felicitaciones. zepol
14-12-2007 Formando parte del todo y la nada, estando y no estar, el ser en su mas intrinsico sin fundamentalismos, bien. Saludos desde Iquique Chile. koke_alex
02-12-2007 Es una profunda poesía donde el ser y no ser conjugan un verbo infinito que permite volar más allá de todo límite conocido.***** almalen2005
01-12-2007 Faro y mar se confunden en la realidad de los sueños que dos niños arrojaban calle abajo y sobre la arena se hacían realidad, no muy lejos del puerto que retrocede con el alba en la majestuosidad de un mar de fondo, donde se pierden las velas de la inocencia, pero no en la lejanía, si no en el reencuentro placido donde las almas se unen como una única rosa que no aceptara la partida de Dios. En esa imagen donde los hombres creen encontrar un apetito que siempre choca frontalmente con el mestizaje del azar, hay un mensaje dormido de frutas, polen y miel, que contrae al rayo en círculos concéntricos, como un eco retráctil que se perdiera en la viruela de la luna, descorriendo las nubes en una tregua de sombra para con la vida. Precioso, Hermanita, un beso de oso patoso. erinadis
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