Lo que nunca me dijiste en el mundo al derecho, lo dices ahora en sueños


No quería saber nada de ella.
Así que quemé sus cartas…
Y mis ojos vieron las letras consumirse.

Escondí su recuerdo en una noche de licores y amargura…
Y mi mente la vio irse triste y deslucida.

Limpié mi cuerpo de sus besos, placer agridulce que congeló el tiempo…
Y sentí mi boca húmeda y la suya insatisfecha.

Mil molestias me causé, navegando con esta carga asignada por… ¿el destino?
Días y noches de tortuoso paisaje ambientaron los cuadros de mi insípida vida.
No hay puertos ni faros en el mar del olvido….

Aburrido de este viaje a ninguna parte, saqué mi viejo pincel.
Sobre el lienzo pinté mi cielo de rojo y un sol naranja de luz inagotable que pasaba sus días recostado en un mar manso de oleaje suave.
Y cuando ya finalizaba mi creación, que lucía como el grito de un miserable esperanzado, sentí un peso en el bolsillo. Era mi reloj de cuerda, detenido por el abandono. Había estado perdido allí, como lo he estado yo en medio del mar, sin noción alguna del tiempo…igual a un pobre enamorado.

Debía darle cuerda a mi reloj…ya había perdido bastante tiempo.
Su mecánica, tan delicada;
igual al corazón de los débiles.

Esperé ansioso la puesta del sol y estuve en vigilia hasta el amanecer.
Nunca antes los ojos de un olvidado habían deseado tanto la salida del sol.

…los rayos se pronuncian con lentitud…y este barco renuncia a seguir tan inútil viaje.

El mar se enmudece.
La quietud del agua da paso al sol, que tardío sale por el este.
¡! ES OTOÑO!¡

Di cuerda al reloj…
Al fin, el corazón palpita.

Y ahora recuerdo con nostalgia cuando el paso de los segundos no aturdía.
Y acepto que me duele entregar un corazón herido que se hizo viejo al navegar en tempranas aguas por el mar del olvido.
Y cuando regrese al purgatorio y alguna otra alma en pena me pregunte porqué morí siendo tan joven, diré con ironía que fue por el paso del tiempo.