¿Y qué de mi? ¿Y qué de mi mirar?
Odio quien soy y me pregunto a cada instante como es posible que estén a mi lado, como es que no aborrecen, como yo, esto que soy. En realidad ¿ustedes ven este envase sin sentido ni forma y lo aceptan sin quejas, ya es costumbre acaso, o es todo invento de mi mente malograda?
Realmente, cuando me ven, ¿Me sienten perniciosa? ¿Egoísta? ¿Hipócrita? ¿Traicionera? ¿Ególatra?
No puedo mirarme a los ojos y no descubrirme así. Mi corazón late de alguna manera extraña, y duele, está aprisionado, se siente explotar. Late fuertemente y no puedo respirar. No puedo caminar sin sentir esta presión en el pecho que no me deja moverme, que me marea y me tumba.
Porque sinceramente nada me lastima más que descubrirme hablando desde una altura que no me corresponde, con una soltura no acorde a mi persona. Nada se hunde más en mi pecho, y se hace sentir más que esta realidad de inutilidad, de malogro, de nada.
Lloro. Mierda. Odio llorar. –Mentira-
Grito. Duele. Siento la daga clavada en mi pecho…y la hundí yo misma. Y la retuerzo día a día, minuto a minuto, esperando morir desangrada, esperando que mi sangre lave mis tristezas, se lleve esta vieja versión de mi.
Suspiro sin suspirar -ya no tengo aire en mis pulmones-…lloro sin llorar –ya no tengo lágrimas por derramar-…respiro porque es lo único que me queda; y pienso, porque es para lo único que alguna vez serví.
Aunque ya no reflexiono tanto, también me descubrí pensando sin pensar; parece ser que mis neuronas tampoco funcionan como lo hacían antes… quizás ellas también se cansaron de mi. Quizás ellas fueron las primeras en notarlo, y decidieron abandonar esta extraña cabeza…quizás la cofradía era más bien el único dejo de cordura que me quedaba…y ahora los dejé ir, ahora los perdí. Ahora estoy solo yo y mi cabeza hueca.
Triste muñeca rota.
Horrible cuerpo sin gracia y mente sin desborde.
Dolorosa presión en un pecho que ya no soporta ni la estampida del viento.
Noche en gris y vela.
Noche de clips al corazón.
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