Lo doloroso del exilio
Es, obviamente, partir.
Dejar a tu familia y todo lo que se ama
Con lágrimas de desconsuelo.

El exilio te dan ganas de no vivir
De cerrar los ojos
de no darte cuenta de que estás parado
en tierras donde no sos lo que eras.
Te duele volver a nacer en un mundo
que no planeaste conocer,
que no pudiste escoger.

Llegaste solo
y comenzaste a practicar un dolor
envuelto en levedades.
Viste la vida como otro
Comiste como otro,
Soñaste sueños de retorno
Que en tu tierra no tenías.

Curaste heridas
y abriste otras
Trajiste una soledad
y aunque intentaste borrarla
se acomodó en tu nueva hogar.
No era un huésped,
era tu familia.
No la quisiste echar,
la comenzaste a apreciar
Y te acostumbraste a ella.

El exilio te dio silencios bien plantados,
te dio reflexiones perdidas
mandó a traer amigos desconocidos
te ató a las costumbres de otro hombre.

Dejar el exilio, entonces,
No es regresar,
Es volverse a exiliar
Es remover dolores, destapar heridas
Amar diferente.
Dejar el exilio duele igual que volver a nacer
Para convertirse en otro
Que no era el primero,
Y que tampoco trajo el segundo
Es hastiar a tu soledad extranjera
e instalarla en la casa de quien te espera
y de quien no entiende tu arraigo a otra tierra.

Amás tu país,
Amás tu pasado,
No olvidáste tu lucha,
Pero no sabés
Como terminar
Aquel comienzo
Que ahora se muestra
Tan lejano.