Ni a mi hermana ni a mi nos gustan las conversaciones telefónicas, echamos de menos los gestos, las muecas, en definitiva el lenguaje corporal que apoya una buena conversación. Pero está en Lavapíes y yo en la costa, y no nos vamos a resignar a hablar de mes en mes, sin hacer repaso de nuestra cotidianeidad. La de ella, últimamente, anda algo apasionada... o no sabe... o no quiere saber...bueno, la pasión es un tema delicado, hay tratarlo con cuidado ya que a los treinta y tantos, y en los tiempos que corren, su uso es arriesgarse a sufrir una dosis de indiferencia tal, que te avoque a ser indiferente con los que evidencien poseer este sentimiento...
La cuestión es que ayer, la conversación con mi hermana se alargó hasta casi una hora. Mientras compraba en el Mercadona, hicimos un repaso de nuestra actualidad, pero cuando tocamos su apasionamiento amoroso entramos en una comparativa muy cómica entre el enamoramiento a los dieciséis y a los treinta y cinco, y mientras elegía el detergente con jabón de Marsella, las señoras me miraban de reojo por las risas que me llevaba con el móvil. Es que es cómico pensar como pasamos del “Esto es la hostia” a un “¡¿No vamos demasiado rápido?!”.
Tuve que colgar cuando llegué a caja porque entre la cesta, el móvil, la risa, los intentos de cueles y pagar con tarjeta, empezaba a perder coherencia en lo que decía...y a la cajera le había dado una tarjeta del “Restaurante Los Almendros”.
Colgué ignorando lo que me iba afectar aquella conversación. Entré en ella con la confianza y familiaridad que me inspira mi hermana y salí empezando a digerir un proceso, que me llevó a no estar dispuesto a que los años acabasen con mi pasión. Las bolsas del mercadona colgando de mis brazos mientras andaba por la calle como si fuesen una balanza, la balanza de la justicia, la justicia ciega, ciega como el amor, y cuando llegué a casa, solté las bolsas, salí a la terraza donde encontré Irene y le plante un morreo de 30 segundos con lengua, tras lo cual y mirándola a los ojos la dije que la amaba, pero nada de “me encanta la relación que mantenemos, eres muy especial” te amo con todas las letras, a pelo y algo de voz rota de cantautor italiano. Irene se separó con una cara mezcla de sorpresa y susto...tras unos segundos me pregunto si me había acordado del papel higiénico.
En una mezcla de vergüenza y enfado me fui, y sentí como la contrariedad y el despecho que hacía muchos años que no sentía, volvía. Llegué a la calle con lágrimas en los ojos y empecé recorrerla sin mucha orientación, sólo con la sensación de frío y soledad, pensé que a lo mejor si las calles tuvieran techo y en algunas esquinas pusieran lamparitas con una luz un poco más calida pudieran ser un poco más acogedoras, y pasar del comedor de tu casa a la plazoleta de enfrente y saludar a tu vecino por confusión con un familiar. En esta divagación llegué a una librería donde anunciaban la presentación de un libro sobre excursiones por el alto Palancia, como no tenía nada mejor que hacer entré esperando que se me pasase el disgusto. Cuando me senté, se subía a la tarima el escritor del libro un tal Luis Gilbert, acompañado del presidente del Centro de Excursionista. Tras una breve presentación comenzaron a elogiar las grandezas naturales del alto Palancia, razón de la existencia del libro, y sus innumerables rutas y senderos que se podían llevar a cabo. Me llamo la atención que la mayoría de los asistentes a aquella presentación rozasen los 70, pero es posible que fuesen entusiastas de la literatura natural, algo que comprendí cuando el autor dio una frase removió algo en mi renovado apasionamiento “El verdadero viaje de exploración no consiste en buscar nuevas tierras sino en tener buenos ojos” . Cuando terminó la presentación le pedí al escritor que me firmase el ejemplar que me compré y me hice socio del Centro Excursionista, me tengo que comprar unas botas de montaña y me fui corriendo a enseñarle mi descubrimiento a Irene, no sin antes pasar por una herboristería y comprar un poco de Tilo, dijo una señora que estaba a mi lado que era muy bueno para el resfriado.
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