Sentada a la orilla del camino se encontraba la Lástima; melancólica y nostálgica, había encontrado una piedra grande y lisa donde apoyaba su pesada humanidad. No tenía ganas ni de respirar, dispuesta a hacer el menor esfuerzo posible, sintiéndose casi muerta, como en estado vegetal, recostaba su pesada cabeza entre las manos que descansaban sobre sus codos apoyados en las piernas.
Suspiraba de tanto en tanto y la verdad es que deseaba que alguien la escuchara y se acercara a preguntarle qué le sucedía. Pero para su mayor desconsuelo nadie transitaba aquel camino, se sentía sola y desamparada.
Ya casi no sentía el cuerpo, grande y gordo como estaba, había ido perdiendo sensibilidad desde hace mucho tiempo. Mas aún, en esa posición en la que se encontraba, ya no sentía las piernas y un hormigueo le recorría los brazos cansados de soportar su cabeza.
Con la mirada fija en un punto del camino, pensaba en lo desgraciada que era su vida, en lo difícil que había sido todo para ella. Se sentía sola y recordaba como todos los que conocía le habían hecho daño de alguna manera, se habían burlado de ella y ni siquiera se habían dado cuenta de lo infeliz que era su vida, no la habían ayudado para nada.
Se daba cuenta que había tenido fracaso tras fracaso en el trabajo, en los estudios, y casi en cualquier empresa que había decidido realizar. Era una inútil, incapaz de sostenerse económicamente y menos de crear algo interesante que dejarle a la humanidad.
Imaginaba que tanta desgracia solamente podía conducirla a una muerte lenta y desagradable, pensaba que seguramente le iba a dar una enfermedad fatal, con la cual iba a sufrir indecibles dolores y que era muy posible que iba a perecer sola y lo peor de todo es que nadie se iba a dar cuenta.
De rato en rato soltaba unas lágrimas que le recorrían las mejillas sin color, pensando en lo salado que sabían cuando llegaban a sus labios.
Que desgraciada era su vida!
En esas oscuridades interiores andaba cuando vio aparecer de reojo (porque verdaderamente no pensaba mover la cabeza) a lo lejos, trotando con paso ligero, a la Esperanza. Venía sonriendo porque mientras trotaba escuchaba su programa favorito de radio y lo que decía el locutor le parecía muy gracioso.
Se detuvo al ver a la Lástima sentada, así como estaba, a la vera del camino.
Le preguntó si quería ir a trotar con ella. La Lástima le dijo que no, que muchas gracias, pero que ella no podía trotar por su estado de salud. La Esperanza la invitó entonces a escuchar un poco de este programa tan divertido que venía sintonizando. La Lástima le dijo que tampoco, muchísimas gracias, pero que ella no escuchaba programas de radio porque se entristecía inmediatamente al darse cuenta de la situación del país y de lo poco que se podía hacer por tanta desgracia que ocurría y agregó que ni siquiera podía escuchar el radio mientras estaba en casa porque no tenía el dinero suficiente para comprarse un buen aparato de sonido, estaba en un estado económico lamentable.
La Esperanza se quedó pensativa y decidió sentarse a su lado. Le dijo que probablemente entendía lo que significa que algo doliera porque ella había perdido a su madre dos meses atrás, estaba algo quebrada de dinero porque esto había ocasionado múltiples gastos y que la semana pasada la habían despedido por cambio de personal en su empresa, pero que finalmente ella amaba la vida, entonces había decidido hacer lo que más le gustaba en esos últimos días y se había puesto a buscar un nuevo trabajo lo antes posible, que estaba muy difícil pero que pensaba que lo iba a encontrar tarde o temprano. No hay mal que dure cien años concluyó, sonriendo desde adentro… para lo único que no hay remedio es para la muerte.
Abrazó sinceramente a la Lástima y parándose con energía le dijo que debía partir pues tenía mucho planes para ese día.
Mientras proseguía su trote pensaba que seguramente iban a arreglarse los problemas de su amiga, tarde o temprano, que solo bastaba con un empujón para que saliera de ese estado y encontrara mejor suerte en la vida.
La Lástima la miró alejarse.. murmuraba para si: pobre ilusa, cree que así se siente mejor… no sabe que la vida es una enfermedad crónica de la cual nadie se libra, como puede amarla? Y con un gran suspiro siguió mirando un punto fijo pensando que seguramente su madre moriría pronto y que eso jamás podría soportarlo. “Lástima que no tendré a nadie en ese momento para consolarme porque seguramente para entonces estaré sola como un perro. Como ahora… que nadie pasó para consolarme ni darse cuenta del dolor tan intenso que estoy pasando… como siempre”. |