Muero, luego existo. Nos tocó remedar las violentas muecas de la vida El placer exacerbado hilvanó el lenguaje con sus ciclópeas manos Aferrados a la columna de la existencia, nos azotaron tristes enojos. Bebimos con Dionisos, en la noche extendida. El vino declamó su canto Destruyendo el palco de los cortesanos. Observamos la trágica insignia Hasta que unos cuervos llamados hombres nos sacaron los ojos. Todos morimos, pero lo hemos podido superar. La muerte es la máscara sutil y simbólica de la vida. Todo lo profundo se esconde. A todo lo profundo solemos colocarle máscaras. Remedamos las violentas muecas de la vida. No hay necesidad de desordenar los sentidos para llegar a la verdad. Es insuficiente. No hemos descubierto los que faltan. Razones para vivir hay muchas, Razones para morir hay aún más. Estoy en búsqueda de la razón que justifique la inexistencia. Es necesario depurar las causas de sus efectos, Así como la madre separa agresivamente a su hijo recién amamantado. Todo lo profundo tiene máscaras. Yo soy profundo, esta noche me colocaré la máscara de madre. Ya que los ecos flamante nos condenaron a remedar las violentas y colérico-trágicas muecas de la vida. Los verbos se juntaron Como pájaros sangrientos Volaron sin las palabras En un vacío enorme y procaz. Entonces bajo un barullo incandescente La vida se separo de la existencia.
Texto agregado el 27-11-2007, y leído por 408 visitantes. (2 votos)