¡Vanidad maldita vanidad! ¿y para qué?
Si llegado el día no tendré ya en que creer,
Ni un soplo de alegría y canas en la sien...
Se me habrá arrancado el tren.
Pensaré en los besos que no di,
Tal vez en tus trémulas caricias...
Y mi ajado corazón esparcirá
Lamento tras lamento.
Texto agregado el 27-11-2007, y leído por 296
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