Aurora yacía en la cama de su cuarto mirando el techo, aun agitada por lo que había pasado hace algunos instantes. Apretaba las ensangrentadas sabanas llorando de amargura y pena, no por lo que había acontecido, sino como había terminado. Se había imaginado aquella ocasión diferente; abrazos, besos y suspiros. Pero no....
Armando, su prometido, se limito a encerrarla en la pieza, amordazándola con su propia mano, tirándola a la cama y subiéndole el vestido mientras que con la otra mano, rápidamente se deshacía de sus pantalones.
-Aurora, Aurora
Solo se limitaba a repetir su nombre, una y otra vez, mientras entraba por primera vez en ella, con furia y deseo. La pobre futura novia, solo atinaba a colgarse con fuerza del cuello de su amado, gimiendo de dolor y emocionada, porque aquella era su primera vez. Al caer fulminado ante el orgasmo, armando, aun agarrando fuertemente el cabello de su prometida, se hizo a un lado, mirando el techo y normalizando su agitada respiración. Aurora hacia lo mismo, pero con los ojos cerrados, palpando su adolorido sexo y esperando que Armando la besase, cosa que no ocurrió. El se limito a mirarla por un segundo, caminar para el baño y pasarle una toalla mojada para que limpiase la sangre de sus muslos, sangre que era la prueba de la pureza de la joven
Limpiándose el frente a ella, solo preocupándose de sacar todo rastro de lo que había pasado hace algunos instantes, aun sin mirarla le dijo:
-Mañana terminamos de finiquitar los detalles de la boda, vendré a las 4. Estate lista para ese entonces
Se arreglo la ropa y partió, dejando a Aurora tirada, con las piernas abiertas colgando del borde de la cama y con las enaguas manchadas de sangre y esperma.
En la soledad de su cuarto, escuchando solo el tic-tac del reloj, Aurora comenzó a recordar el día que conoció a aquel cruel hombre del que estaba perdidamente enamorada. Armando Backhaus apareció en su vida justo el día después del entierro de su padre, don José Samuel, un 21 de septiembre de 1878.Este Hombre alto, trigueño , de bigote bien cuidado y sumamente elegante, llego con un gesto grave en la cara a hablar con doña Clarita, madre de Aurora sobre las deudas de juego que su difunto marido había contraído con el. La pobre mujer perdió la razón con la noticia que aquel extraño le había comunicado..
-Pero es mucho dinero señor y José Samuel nos dejo en la ruina.- decía la pobre mujer entre lágrimas
-Lo siento pero deudas son deudas. Yo necesito aquel dinero, soy un hombre de negocios y usted comprenderá…
-Si, claro, por supuesto...pero por favor...dennos algún tiempo...
Y le dio ese tiempo, 2 meses, dos meses que pasaron volando sin resultado. Doña Clarita había tratado de conseguir aquella cuantiosa cantidad de dinero vendiendo joyas, muebles y reliquias familiares, pero aun así no consiguiendo el total para saldar la maldita deuda. Armando volvió puntual a pactar lo prometido y al escuchar los lamentos de la viuda, respondió fríamente
-Y aun hipotecando la casa estaría usted pagando el 100% de la deuda señora... ¿que haremos entonces?
-Yo ya no se que hacer señor Backhaus, ya no tengo que vender ni donde pedir dinero
El miraba a su alrededor, caminando por el living de la casa mientras doña Clarita trataba de apelar a sus sentimientos, cosa en vano ya que el no la escuchaba y bien poco le interesaban las desventuras que fuese a pasar aquella mujer. Cuando llego frente al ventanal, al correr las cortinas, vio sentada en el pasto leyendo, la mujer mas bella que sus ojos hubiesen visto: De largos rizos negros, piel palida como nieve con leves tintes rojos en las mejillas y ojos cafe chocolate . Quedo ensimismado, mirando a aquella belleza, hasta que una chispa se encendió en su cabeza...
-Doña Clara.... ¿quien es esa muchacha?
-Cual.- dijo parándose.- ah si...es mi hija, Aurorita, Lo único que lindo y de valor que me dejo este desgraciado
-Me gustaría conocerla... ¿seria posible?
Al mirarlo, Doña Clarita entendió todo....había encontrado la solución a sus problemas, su adorada hija Aurora. Mataría dos pájaros de un tiro: Conservaría su casa y casaría a su hija con un hombre de bien. Rápidamente salio a buscar a la muchacha al patio para presentársela a aquel hombre
-Mira mi niña, este es don Armando Backhaus, fue conocido de tu padre
-Un gusto conocerla señorita.- la saludo galante besando su mano
La chica quedo impávida, sintiendo aquellos labios besando su mano. Una corriente eléctrica corrió por todo su cuerpo, haciéndola tiritar y cubriendo su rostro de un fuerte rubor.
-El gusto es mío Señor Backhaus.- respondió bajando la cabeza y sonriendo de nerviosismo
Ese rubor termino por conquistar al frió Backhaus, el cual, después de pasar un rato conversando de tonterías con Aurora, le hizo la propuesta a la viuda.
-Le tengo una propuesta Doña Clara....su hija a cambio de la deuda que tenemos
-¿Como dice usted?- respondió haciéndose la desentendida
-Fácil, usted me entrega a su hija en matrimonio y yo saldo la deuda que tenemos, ¿le parece?- le respondió mientras prendía un puro
Se hizo un poco de rogar la viuda, mientras que en su interior daba gracias a dios por aquello. Accedió encantada y mando a llamar de nuevo a su hija, esta vez para anunciarle el compromiso. Al darse por enterada, Aurora, aunque gustaba de aquel hombre, se asusto de sobremanera. No tenía presupuestado casarse, mucho menos cuando la muerte de su adorado padre estaba tan presente.
-¿Y cuando seria aquello madre?- pregunto tímidamente la joven
-No se preocupe Aurora, será en algún tiempo mas, unos 4 o 5 meses, aproximadamente.- contesto Armando con una maquiavélica sonrisa en los labios
-Pero...Apenas nos conocemos
-Tendremos tiempo suficiente para conocernos, no se preocupe, por lo pronto, pasare a diario por acá para acompañarla, charlar y conocerla mas
Pero a el no le interesaba conocerla mas, el ya había visto lo que quería de ella, su cuerpo, ser su dueño...y si lo seria. Armando Backhaus siempre obtenía lo que quería.
Fin Capitulo I |