Y mientras en silencio contemplas aquellas maravillosas ruinas, tu mente vuela libre sin otro límite que la cordura.
El silencio nos invita prudentemente a transitar por aquellos caminos tan lujuriosos y creativos que la extravagante realidad tiene para ofrecernos: imaginar.
Silencio es huir y permanecer; su esencia subyace en la dialéctica que va del reposo a la acción, nos apabulla con la sabiduría de sus no palabras.
Silencio es callar pero también sugerir, casi como intentando decirnos cosas a trabes del matiz de sus miradas.
Silencio es invitarnos a exponer nuestras virtudes o nuestros defectos, puede querer que obedezcamos sin más, puede querer que nos revelemos ciegamente, puede querer…
Lo más inquietante es su carácter sugerente, y lo más peligroso es aquel aspecto que deja libre a nuestro proceder. Actuar en silencio. Solo actuar.
Ruina y silencio.
Y las ruinas, exponen en sus ropas lo que alguna ves fue. Como aquel templo del que solo quedan, azarosamente dispuestos, finitos rasgos de su prematura infinitud.
Allá a lo lejos en el tiempo, cuando las muchedumbres recorrían los paramos de esta o aquella ciudad, cuando rendían pleitesía a sus formas perfectas. Piedra pura, majestuosa mimesis abstracta de la naturaleza.
Formas perfectas y acabadas que sugieren contemplación, sumisión y silencio. Dialogo con ausencia de libre albedrío, el silencio se entroniza triunfante desde su carácter totalitario invitándolos a obedecer sin mas, aquellas formas dogmáticas de la piedra. Donde nada puede agregarse ni quitar, donde la belleza radica en la estaticidad, en el frió azul de la muerte o de un nirvana.
Y mas acá en el tiempo, en ese mismo paisaje o en algún otro da lo mismo, donde el tiempo triunfo arrasando sin piedad, que sucede?
Ruina y silencio, en una sugerente alianza que se escabulle en oniria y deambula por los pasados distorsionados de algún sector del inconsciente.
¿Qué sugiere este silencio? Ese que nos ofrece lo que ya no esta del edificio? Quien responde por aquella piedra mártir?
La belleza primigenia se altero, y el caos se hace su festín. El tiempo, bromista y a la vez ladrón, aliado y enemigo del silencio, dos hermanos como Caín y Abel, ejecutan su obra maestra.
Y del silencio original, producto de aquella superposicion de columnas y dinteles a este silencio por ausencia, solo restos, meras letras que no intentan articular palabra alguna (o si).
Que distinto es este silencio, libre y dinámico, que peligroso es este silencio que vuela al amparo de las alas de la imaginación, que hermoso este silencio esclavo de las alas del deseo.
Acá, ante la majestuosidad del silencio y la ruina, el silencio mismo, se dispone a olvidar y a crear, en el mas absoluto y disonante silencio.
AZM
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