Andrea lo vio en el salón y comenzó con el juego de la seducción.

Martín quedó deslumbrado ante su presencia y se entregó sin pensar.

Hacía años que se conocían, siempre sintieron esa atracción fatal, pero sus sueños nunca fueron más allá de lo que una amistad puede llegar, hasta que aquella noche después de los vaivenes a lo que los expuso la vida decidieron que era tiempo de dar rienda suelta a la fantasía.

Sin acuerdo previo Andrea y Martín comenzaron esa noche un juego entre excitante, perverso y romántico.

Ella desplegó sus mejores armas, ropa sensual, gestos insinuantes, miradas con la cuota justa de erotismo.

El no perdía detalle y las yemas de sus dedos rozaban suavemente el borde del vaso de whisky indicándole como acariciaría su cuerpo.

De repente Andrea camina hacia él, decidida, altiva, segura de sí misma, hasta el instante que todo gira en su rededor, las voces, la música, resuenan como eco en su cabeza y cae como en cámara lenta con sus manos hacia delante buscando las de Martín...su mirada suplicando tómame, no me dejes.

Desde la óptica de Martín, con sus ojos posados en la figura de Andrea y la sensación de estar flotando en un paisaje donde ya se había borrado la gente que asistió a esa fiesta, la ve avanzar y también camina hacia ella. Y en el momento que ella tiende sus manos, él suelta su vaso la sujeta por la cintura la toma entre sus brazos y corre hacia fuera con ella en andas... La sube a su auto desesperado la besa, le pide no me dejes...

Andrea no tenía consciencia, Martín había perdido la cordura. Pone el auto en marcha y parte a toda velocidad hacia el hospital más cercano.

De pronto y a lo lejos sirenas, fuego, bocinazos, tumulto...curiosos (que nunca faltan)

Y ellos caminando abrazados, en silencio consumando un sueño
ALCANZAR LA ETERNIDAD JUNTOS.