-Marisa, hazme un favor, si me llaman di que estoy en una reunión y coge el mensaje.
-Vale.
-Vuelvo en media hora.
(Bueno, y ahora a respirar hondo. ¿Lo llevo todo? Si, lo llevo todo).
-Hola. (Vaya, no me ha dado tiempo ni a salir por la puerta).
-Hola. Tenemos que sentarnos un rato.
-Pero ahora no, cuando vuelva.
-Avísame entonces.
-Lo haré.
(El jefe quiere hablar conmigo, ¿habré metido la pata? No, no recuerdo. Puede ser cualquier cosa, pero tengo que olvidarme de eso, por un rato. Inspirar, expirar, inspirar, expirar… A ver si me relajo, si no, será infructuoso. Nada, que no sale nada. Voy a cambiar de mano. La derecha ya me duele. ¿Dónde está la fotografía?, sin la fotografía no consigo nada. Aquí está. Mira esos ojitos, y su sonrisa. ¡Qué dulce es! Todavía nada y se me pasa el tiempo. ¿Qué querrá mi jefe? Respira hondo. Inspirar, expirar, inspirar, expirar… Que no cunda el pánico. Vuelve a concentrarte en la foto, en los ojos, en la sonrisa, imagina sus pies desnuditos, moviéndose. Empieza a dolerme, lo voy a dejar. No, tengo que seguir intentándolo. Ya, ya sale, y sale a chorros. ¡Bien! Ya pensaba que no podría. Sólo me ha dado tiempo a un pecho, a la hora de la comida lo intentaré con el otro. Voy a meter la leche en el frigorífico).
-Marisa, ¿has visto al jefe?
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