Las veo venir a todas 
Atadas de un solo orgasmo 
Con una gran hebra de sangre, 
Manejan la espada del placer. 
Y soy un poco y soy otro poco, 
Pero más soy un hijo de perra 
Que en la orilla de los parques 
Ebrio por el sol de los lunes 
Les extirpo las ganas/. 
Y no es tanto aquello 
Comparado con lo otro; 
Con el que te arranquen el fuego 
Que mantiene con vida 
Eso que no se ve/ . 
Etc. 
 
Las veo venir a todas 
Con sus caderas haciendo un óvalo 
Gimiéndote al oído 
Con los pulmones quebrados 
Por los días atropellados en la calle, 
Porque hay más colores en un semáforo 
Que en el rojo de tu sangre 
Y de otras cosas. 
 
En un circunloquio 
infinito 
te frotan contra sus vulva, 
toman tu mano 
y que les gatilles el alma 
y que les metas vida, 
y no hay en este país 
tanto hijo de puta , 
como tampoco hay 
un solo hijo de puto, 
porque a fin de cuentas somos todos 
en parte asesinos, 
en parte hijos de alguien/ 
y es el día 
y es la forma de su cadena 
lo que hace que elijas 
o lo que elige por ti. 
 
(Y no es la carne , 
en serio te digo, no es la carne, 
quizá la nube que nos ponen en cada ojo 
quizá sea la nube 
 
sí, quizá/ 
quizá sea eso). 
 
Las veo siempre derramar el mismo vino, 
llorar a litros desde un balcón de cuentos 
afirmadas en su propio desconsuelo, 
se limpian parte de la herida 
que les fue donada aun antes de nacer, 
y es allí cuando entramos todos- 
moviendo la cola y babeando como imbéciles, 
los- Perros Románticos-, como decía Bolaño, 
a naufragar y oler desde abajo 
cada exhalada que nos lanzan de allá arriba, 
y no se puede, 
juro que no se puede, 
Tomar la espada y molerte los ojos de un puro tajo 
no se puede , porque cuando las ves pasar, 
en el movimiento aquel que hace de lo cotidiano 
una escena con atmósfera propia 
en su galope de sirenas licenciosas, 
precipitándose a todo viento por las cosas 
moldeándote el sueño de lamerle los pasos, 
los quejidos, 
y lograr al fin 
encenderles el alma 
con el fuego de tu cigarrillo... 
oh, no vale acabar, y no vale abrumarse 
pues sólo se abruma 
quién no tiene el tacto. 
 
Con cada adiós que nace 
Somos más quienes 
Sin un arma que parezca ovario 
Buscamos el rincón de las cosas 
Y nos sentamos a parir humo 
Y uno que otro recuerdo. 
 
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