Ágata, con la sonrisa
sueñas de vida, de aire y
de sol.
Ágata, ignorando a la que duerme
bajo el estrellado manto
del verano.
Vives de verde,
de alegría y de mujer,
de concepción.
Ágata, del prado
quieres ser flor, amante
y matiz; joven e indiscreción.
Te niegas a fluir, pequeña fuente.
Pequeña gota, no quieres caer
al lago de historias rotas
que nunca has querido ver.
Ágata, estás loca
y nunca miró Quijano
la tristeza.
Yo te miro y te comprendo,
Ágata, que aunque son reales,
son más necios quienes miran
la negra molienda del reloj.
Sueña el caballero,
la dama y la trenza
y la rosa.
Sueña sin ver
la belleza de la figura
invisible, Ágata,
tras la princesa;
besando con ella la rosa;
peinando con ella la trenza,
invisible el manto
de sombras
y un reloj de arena.
Mientras, el caballero
se aleja. La que cosecha
muele vida en el reloj.
Ágata, comprende
mi belleza como yo
entiendo tu ilusión:
Me alegra ver el negro
de tu vida y saber
que seré tu harina
y la sal de tus heridas
y tu gozo bajo la manta negra.
Ágata, juntos nos muele
y hornea con nuestras vidas
- con nuestras muertes de duro grano -
el buen pan del porvenir.
Mi pequeña Ágata,
mi niña Ágata.
Duerme contra mi pecho
y no mires si no quieres
la guadaña.
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