Tumbada en las losetas de flores que tienen muchos más años que yo, que han visto muchos más pies, más culos, que han recibido muchas más lágrimas, más gritos, más saliva de carcajadas.
Tirada, derramada, mirando el techo de bovedilla, viejo oxidado, descascarillado, amarillento. Mi corazón observa sin ganas y cree ver un reflejo de si mismo, un gemelo que le tose virutas de cal y telarañas.
Meto la mano en mi pecho sin inmutarme, sin dejar de mirar mi reflejo que me sirve de guía para hurgar en mis entrañas. Lo arranco con amor, lo alzo con compasión.
Me sorprende su temperatura, su firmeza, su pulso fuerte pero desigual. ¿No estabas muerto? Entonces ¡¿Por qué no me hablabas, por qué me hiciste creer que te mudaste de cuerpo?!
Perdóname, no quise gritarte ni ofenderte, no quería dudar de ti. Te guardare de nuevo en tu precioso cofre y no volveré a criticar tu ritmo arritmo, ni que te guste danzar a tu puta bola sin ley ni orden.
pumpum pumpumpum pum
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